Últimamente, no pasa un solo día sin que, sea cual sea el medio de comunicación al que me conecte, o la revista a la que pueda echar un vistazo, vea algún anuncio-consejo sobre los beneficios de la actividad física, o lo saludable que es practicar de forma regular algún deporte; algo que a un servidor no le llega de nuevas pues, por razones que no sabría explicar, uno se ha pasado “media vida” haciendo deporte y disfrutando de él, hasta el punto de convertirlo en una necesidad vital, como lo pueden ser el comer o el dormir.

Cuando era adolescente, en Zamora no había instalaciones deportivas, ni de carácter público ni privado, donde poder practicar deporte de manera particular. Salvo las propias de los centros de enseñanza (Instituto Claudio Moyano, Universidad Laboral y colegios privados) de los añorados “Campos Deportivos de Pantoja” y del “Campo de Deportes de Educación y Descanso Ramiro Ledesma Ramos”, todas instalaciones de uso restringido, no había gimnasios ni instalaciones deportivas, ni al aire libre ni cubiertas, en las que poder practicar deporte alguno. Ni siquiera había piscinas públicas a las que poder ir a nadar, hasta que a finales de los años sesenta se abrieron las del “Club Neptuno”, “Las Vegas, y, al tiempo, la popularmente conocida durante muchos años como “Piscina de La Sindical”, que, hasta que se cubrió, fue lugar de recreo, encuentro o reunión de muchos zamoranos.

Con anterioridad, en Zamora solo podíamos ir a refrescarnos y a nadar al río Duero, en alguna de las zonas aptas para el baño -“Los Bañaderos”, en los Tres Árboles, o “Benidorm”, hoy “Los Pelambre”, en el barrio de San Frontis- y, de forma privada, al Club Náutico, donde también se podía jugar al futbito -descalzos- y al tenis, en la única pista que, hasta que se construyeron las antiguas de la Ciudad Deportiva, había en la ciudad.

Zamora, tanto su provincia como la capital, está plagada de instalaciones deportivas, unas de carácter público y otras privadas, en las que, a poco que uno se lo proponga, puede practicar multitud de disciplinas deportivas

Hoy Zamora, tanto su provincia como la capital, está plagada de instalaciones deportivas, unas de carácter público y otras privadas, en las que, a poco que uno se lo proponga, puede practicar multitud de disciplinas deportivas, lo que hace posible el cuidado del cuerpo, no solo en beneficio de la salud física, sino, y sobre todo, de la salud mental, pues hacer deporte, hoy y siempre, ha sido una alternativa de ocio muy a tener en cuenta por los beneficios que tanto para el cuerpo como para la mente conlleva.

Las ventajas de la actividad física, o de la práctica de determinados deportes, no de riesgo, son más que evidentes, siempre que tanto la una como la otra se lleven a cabo de manera controlada, pues de lo contrario pueden llegar a ser muy perjudiciales y constituir un peligro innecesario para la salud, como en tantas ocasiones hemos tenido ocasión de saber o comprobar; por eso, aunque esté de moda ir a los gimnasios y practicar deporte para conseguir un cuerpo “10”, es más que aconsejable dejarse dirigir y asesorar por expertos acerca de qué disciplinas deportivas pueden estar más o menos indicadas para cada uno, en función de la edad y de otras variables que hay que valorar.

En cualquier caso, más que por estética, por cuidado del cuerpo, o como profilaxis para luchar contra la aparición de enfermedades cardiovasculares, que también, yo recomendaría la práctica deportiva como una alternativa al uso compulsivo del internet -móviles, tabletas u ordenadores- que desde hace escasos años, y especialmente entre la gente joven, se está convirtiendo en un problema de consecuencias incalculables para la sociedad, y como una de las mejores y más eficaces “armas” para combatir el ritmo de vida con que nos ha tocado vivir, pues, está demostrado, el ejercicio físico, o la práctica controlada de determinados deportes puede ser un seguro de vida contra el deterioro prematuro, tanto del cuerpo como de la mente.

A mediados de la década de los sesenta, del siglo pasado, quienes en las universidades norteamericanas empezaron a oponerse a la Guerra del Vietnam acuñaron una frase que años más tarde hizo suya el movimiento hippie, y poco después todos los movimientos pacifistas y culturales del mundo. El lema “haz el amor y no la guerra” se extendió por todos los rincones de la Tierra como principio ético a tener en consideración para propiciar una sociedad mejor.

Hoy, para luchar contra los malos hábitos, el estrés, el sobrepeso y cuantas afecciones físicas y mentales están haciendo mella en la sociedad actual, y de manera muy sensible en la juventud, sería bueno propugnar otro lema que bien pudiera difundirse, hasta convertirse en viral, con el siguiente o similar texto: “mueve el trasero, puñetero, y aparca un poco el móvil, por favor. Te vendrá bien”.

¡Ojalá sea así!