Estuve el pasado jueves en los alrededores del embalse de Ricobayo (en rigor habría que escribir ex embalse). Impresiona, especialmente cuando reina el silencio y parece como si las piedras y la poca agua quisieran decirte algo. Hablan, susurran, se quejan. Te invitan a mirar, a reflexionar, a sacar conclusiones. Los tremendos cortados que se precipitan a un cauce sediento, agónico, encierran lamentos y amargura. Se preguntan, te preguntan, cómo es posible esto, qué habéis hecho con nosotros, dónde está ese agua con la que llevamos casi un siglo conviviendo. Y no sabes qué decirles porque tampoco tú entiendes nada. Mejor dicho: lo entiendes todo. Entiendes que todo, todo, todo es cuestión de dinero, de beneficios, de cuenta de resultados. Lo del respeto a la naturaleza, a la fauna, incluso a los seres humanos, es harina de otro costal. O sea, de un costal donde no hay harina, solo euros, pasta, plata, monis, pelas.

Y ese silencio atronador, esos riscos desnudos te llevan a más interrogantes, a muchas dudas. Verbigracia: ¿Iberdrola habría realizado una operación similar en la región donde tiene su sede central y donde paga la mayoría de sus impuestos, es decir en el País Vasco?, ¿se hubiese atrevido y, además, sin decirle nada a nadie?, ¿no estaríamos ahora ante una riada de protestas populares e institucionales, de mensajes nacionalistas, de agravios comparativos, de mirad lo que nos hace España? Y ya tendríamos hechos los cálculos de las pérdidas económicas, de los daños medioambientales, de los perjuicios pasados, presentes y futuros. Y la empresa responsable del desaguisado tendría que haber dado más explicaciones de las que ha dado aquí y ahora por el brutal vaciado de Ricobayo. Distintas maneras de mirar el agua. Y aunque ya estemos acostumbrados, sigue doliendo, sigue sangrando la herida, sobre todo porque mucho nos tememos que la cosa no acabará aquí.

Entiendes que todo, todo, todo es cuestión de dinero, de beneficios, de cuenta de resultados. Lo del respeto a la naturaleza, a la fauna, incluso a los seres humanos, es harina de otro costal

Las quebradas pétreas, el pobre caudal de un Esla todavía incrédulo, los bancos de peces que más que sobrevivir parecen señalar culpables nos cuentan que lo que está sucediendo no es solo un problema económico y ambiental, sino un ataque en toda regla a la dignidad de esta tierra. Es, sin paliativos, una humillación, un desprecio total y absoluto a Zamora, a los zamoranos, a Castilla y León y a todas las zonas donde Iberdrola (en adelante IberTrola por lo mucho que está mintiendo) lleva años y años asentando sus reales y llevándose sus buenos reales (ahora euros) explotando unos ríos que tendrían que ser de todos. Ya no se trata únicamente de perjuicios tangibles, sino de un daño moral, de una puñalada atroz en el alma. Los daños monetarios se pueden corregir, solventar; los anímicos tienen peor solución. Dejan heridas de difícil cicatrización porque es imposible volver a confiar en quién te ha asestado navajadas de tamaña proporción. Y lo del vaciado de Ricobayo entra en ese capítulo.

Hace ya muchos, muchísimos, años que decimos y oímos por doquier que IberTrola tiene una deuda histórica con Zamora. Ha obtenido, y así continúa, de esta tierra energía y beneficios cuantiosos. Ha devuelto muy poco, cada vez menos. Incluso los puestos de trabajo que genera casi se pueden contar con los dedos de las manos. Ahora los embalses de Zamora, Salamanca, etc se regulan desde una torre, modernísima, altísima, eso sí, situada en el centro de Bilbao. La última vez que estuve en la ciudad vasca me la señaló, orgulloso, un amigo. “Eh, mira qué maravilla ha hecho Iberdrola”. Yo sonreía por fuera y lloraba para mis adentros. Y me callé.

Ese ha sido, y no hemos cambiado en exceso, nuestro gran déficit. Hemos callado y callado. No hemos sabido pedir y, claro, no nos han dado casi nada. Nos hacían pantanos, nos inundaban campos, nos borraban pueblos, pero la energía, la luz, y con ella, los empleos y las ganancias, se iban a otros lugares…a través de torretas y cables que destrozaban terrenos y paisajes. Parece que esto ha variado algo. Leo que hay protestas organizadas y denuncias de particulares contra IberTrola. Y me pregunto qué hace, por ejemplo, la Junta de Castilla y León. Quizás no me haya enterado, pero no tengo noticias de ninguna reacción suya, de petición de explicaciones a la central vasca, de comunicados de repulsa, de quejas. Será que estamos en agosto o que no anda Pedro Sánchez por medio. ¿Y la Confederación Hidrográfica del Duero?, Bien, muchas gracias, ya pasó el COVID. Con los grandes no se atreve.

Aunque el daño ya esté hecho, esperemos el desenlace final. No soy optimista.