“El PSOE quiere la España del trabajo y los derechos, la cohesión social y territorial, la España de la ciencia, la digitalización y la tecnología, la España del acuerdo entre generaciones, la España ecológica y feminista”. Es solo un fragmento de lo dicho por el secretario general de los socialistas de Zamora. Estos deseos y otros muchos, de parecido porte, adornaban su prédica. Generalidades sacadas del almacén de los buenos propósitos. Ese almacén del que se surten casi todos los partidos políticos. Porque, díganme que partido, de implantación nacional, no estaría de acuerdo con tales líneas programáticas.

Y es que los políticos son muy cansinos. Siempre repiten lo mismo, pero luego no suelen hacer nada que se le parezca. ¿Qué iba a decir el PSOE en vísperas de la celebración de su Congreso Federal? ¿Es que alguien piensa que iba a decir lo contrario? ¿Es que existe algún partido en España que se hubiera atrevido a formular que “quiere la España del paro y la falta de derechos, la descohesión social y territorial, la España cazurra opuesta a la ciencia, el desprecio a la digitalización y la tecnología, la España del enfrentamiento entre generaciones, la España antiecológica y antifeminista”?

Son muy cansinos. Ni siquiera se molestan en cambiar el disco. Así que sigue sonando la música de siempre. Un microsurco rallado de tanto haberlo puesto, que nada tiene que ver con los CD´s o los pinchos o pendrives, que ahora se estilan.

Menos mal que, de la misma manera que el instinto hace que rápidamente detectemos la presencia de alguien del sexo contrario, el sexto sentido se pone en guardia ante la ficción, especialmente si ha salido de la cocina de los partidos políticos.

No consiste en aprender discursos y soltarlos, como si tal cosa, en cuanto se huele que hay alguien que puede llegar a escucharlos. Porque el hecho de soltar generalidades, de manera repetitiva, es como no decir nada. A estas alturas de la película, no debe haber mucha gente que llegue a creerse los cuentos chinos.

Hay quien no se explica cómo habiendo en España más de 20.000 asesores (no lo digo yo, lo ha dicho Javier Marías en la última columna publicada) al servicio de cargos políticos, solo se les ocurra hacer gracietas que pongan en evidencia al contrario, en lugar de cosas trascendentes para la sociedad.

Por favor, háblennos, de una vez por todas, en román paladino y dejen de cantar el “Iliupersis”, como dicen que hacía el emperador Nerón, mientras tocaba el arpa, viendo cómo ardía Roma

¡Y de lo nuestro, qué!, cabría preguntar a los que anuncian la presencia de nubes, cargadas de líquido mágico ¿Cuánta agua llegará a caer en esta provincia? ¿En qué cantidad? ¿Cuándo va a producirse la descarga? Claro que sería preguntar por preguntar, porque ya se sabe, de antemano, que esas preguntas nunca llegarán a tener respuesta. Claro, que el optimista de turno sigue pensando que, por fin, van a llegar a aplicar un trato fiscal diferenciado en aras a potenciar el desarrollo de estas despobladas tierras.

Claro, que si por la izquierda vienen así las aguas, por la derecha no vienen menos turbias, ya que no le duelen prendas en limitar su programa a “echar de la Moncloa al presidente Sánchez” como punto único. Como si eso fuese la principal preocupación de los españoles. Como si la gente no llegara a dormir porque ocupe la presidencia fulanito o menganita, o algún androide. Como si no existiesen problemas importantes de los que preocuparse, para tener que centrar su interés en intrigas palaciegas. Como si no asustaran el COVID y la falta de empleo.

Son los hechos y no los nombres lo que preocupan a los ciudadanos. Pero la derecha no se cansa de repetir que echando al presidente desaparecerán todos los males del país y se arreglarán todos los problemas, incluido el de ganar el festival de Eurovisión. Claro que se da la circunstancia que por estos pagos ya somos mayorcitos y cada vez nos molesta más que nos traten como a niños de guardería o, en el mejor de los casos, como a chicos de los recados.

Qué poco se habla de programas, y cuantas veces se repiten, fatuamente, eslóganes de diseño, propios de rebajas de verano en los grandes almacenes. Qué triste es que le tenga que ir mal a la mitad de la sociedad para que a la otra mitad le vaya bien. Que se trate de dar la felicidad a unos cuantos quitándosela a otros. No parece algo deseable, ni una fórmula mágica, como algunos nos quieren hacer ver, sino un disparate que va en contra de cualquier principio, incluido el de la cohesión social y territorial.

Por favor, háblennos, de una vez por todas, en román paladino y dejen de cantar el “Iliupersis”, como dicen que hacía el emperador Nerón, mientras tocaba el arpa, viendo cómo ardía Roma. Dígannos de una vez que hay de lo nuestro.