¿Quién dijo que del confinamiento, que de la pandemia íbamos a salir convertidos en una sociedad mejor, más unida, más solidaria, más plural, más humana, individual y colectivamente? Los bien pensados se equivocaron una vez más. No sé qué diantre le pasa a un buen número de miembros de la sociedad española. Los que hacen de la violencia su santo y seña. Esos que se dedican atropellar, a insultar, a provocar, a patear, a matar a otros ciudadanos por que sí, sin más razón, según argumentan, que la presencia de alcohol o de otras drogas en su sangre. .

No hay excusa que valga para los practicantes de esta violencia que se ha desatado en España, en ciertos barrios de Madrid y de otras grandes ciudades españolas donde las pandillas de violentos mandan. De uno en uno son cobardes por naturaleza, por mucho pecho que saquen. Cuando se juntan tres o cuatro pueden ser salvajes, mortíferos, capaces de cometer los más viles atropellos casi siempre contra gentes indefensas. Estoy hasta el moño de que al grito de “¡maricón!”, vayan matando a chavales de todas las edades. Estoy hasta el moño de que solos o en manada, como lobos, violen, agredan sexualmente a crías y a mujeres hechas y derechas. Estoy hasta el moño y un poco más arriba de que por el hecho de sacar un móvil para llamar a un amigo, por llevar una sonrisa pintada en los labios o por cruzar una mirada que a alguien no le guste, se coja un bate, un puño americano, una navaja o una pistola y se hiera de gravedad o se quite la vida, siempre de un indefenso.

Que está pasando en España. Esto se parece cada vez más a Hill Street, a la zona sur del Bronx y a tantos barrios de la periferia de ciudades hispanoamericanas, donde la vida no vale nada. Y me da igual que el agresor, que el violento sea español, de la Europa del Este o de Hispanoamérica. Ocurre que, cuando con reiteración, los atropellos los cometen hispanos se intenta ocultar para no fomentar el rechazo social, la xenofobia hacia ellos. Muestra más que palpable de que somos una sociedad inmadura. Violentos hay en todas las latitudes del mundo mundial. No hay porqué cargar las tintas dependiendo de la procedencia. Simplemente hay que denunciar y decir sin tapujos, sin miedo, sin resquemor alguno, sin hipocresía, la verdad. Lo que ocurre es que la verdad suele ser molesta.

En unos años España será un país irreconocible. Palabra. Más dureza y más ley contra la violencia extrema que están ejecutando unos pocos.