Los claustros de profesores y los padres responsables están preocupados por la deriva que llevan los estudios de sus hijos. Especialmente los aplicados, los estudiosos, los que se toman en serio su formación y no vaguean. Desde que Isabel Celaá, a la sazón ministra de Educación, suprimiera los suspensos como criterio para repetir y obtener el título en la educación obligatoria, se ha visto de todo y nada buenos en el ámbito de la Educación. El legado de esta señora no ha podido ser más nefasto. No pasará a la historia y si lo hace será como la peor ministra de Educación de todos los tiempos.

Ciertas modernidades no son buenas ni para quienes las aplican ni para los que se aplican en adoptarlas. El mejor o peor ejemplo, según se mire, lo constituye el instituto Félix Rodríguez de la Fuente de Sevilla que ha aprobado de golpe a un alumno de 2º de la ESO, las ocho asignaturas suspendidas que tenía a pesar de que ni siquiera iba a clase. La mamá de la criatura puso una reclamación y los profesores que días antes habían ratificado todos los suspensos, se echaron para atrás y le cambiaron las notas. La mamá en cuestión no es precisamente un ejemplo de progenitora responsable. Prefiere tener un borrego en casa a una lumbrera. Así van a salir las próximas generaciones, aborregadas. Y, a ver luego quien los desasna.

Pobres profesores porque, encima, mamás como la aludida, los acusan de que sus hijos han estado “desatendidos” a lo largo del curso y por eso la ristra de suspensos que mamás así combaten con la razón de la fuerza no con la fuerza de la razón porque la han perdido, porque no la tienen. Los profesores, los verdaderamente concienciados con su ministerio, el de enseñar al que no sabe, están indefensos. Son ya muchos los que a lo largo y ancho de España denuncian “presiones” para subir la nota a estudiantes. Los que de esto saben un rato auguran que el nuevo decreto del Gobierno causará “arbitrariedad” y más litigios con los padres. Lo que les faltaba a los pobres docentes.

No es de extrañar que este año, arrancara la Selectividad más desigual, con nueve autonomías permitiendo examinarse con suspensos y ocho exigiendo tenerlo todo aprobado. Como tiene que ser, como ha sido toda a vida. Luego querremos buenos médicos, buenos letrados, buenos ingenieros, pues, ya me dirá usted dónde vamos con esta generación de borregos que no augura nada bueno. ¿Qué se esconde detrás de todo esto? Tome nota: “Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe”.