Tucídides, que en griego significa, “El rodeado de gloria” fue un historiador griego que, escribió entre otros, el libro titulado: La guerra del Peloponeso, basado en el enfrentamiento que tuvo lugar en la Antigua Grecia, en el siglo V antes de Cristo, entre dos ciudades estado, Atenas y Esparta para hacerse con el dominio del mar Egeo, y así poder expandirse comercial y militarmente. Algunas de sus frases, las cito aquí porque están de rabiosa actualidad en nuestro país, “El verdadero, el temible enemigo es el error en el cálculo y en la previsión”, y “Quien puede recurrir a la violencia no tiene necesidad de recurrir a la justicia”. En su Libro II, incluyó un extraordinario “Discurso Fúnebre” dedicado como homenaje a los combatientes atenienses que murieron el primer año de la contienda, los cuales defendieron a la Atenas vencida que, aunque derrotada, se levantó como un referente universal para las sociedades futuras, que debería ser de enseñanza obligatoria para todos los ciudadanos del mundo. Pericles fue también un importante abogado, magistrado, político y orador de la Antigua Grecia que, por sus grandes dotes de oratoria, su influencia en la ciudad y el fomento de las artes y la literatura, se convirtió en uno de los personajes más queridos y aclamados por la historia. Tucídides lo consideró como “el primer ciudadano de Atenas”. Por todo ello, quiso que Pericles pronunciase dicho Discurso Fúnebre en el año 431 antes de Cristo, en el Cementerio del Cerámico, uno de los barrios más importantes de Atenas, donde se conserva la mayor parte de la necrópolis clásica, en el que están enterradas, entre otras, las personas que más se significaron en la defensa de dicha ciudad estado. Se trata de un texto fundacional y uno de los más altos testimonios de cultura y civismo que la Antigüedad clásica nos ha legado, siendo ese el antecedente de lo que Europa ha llegado a ser en la actualidad como continente. Se entiende por civismo, el comportamiento de la persona que cumple con los deberes de ciudadano, respeta las leyes y contribuye así al funcionamiento correcto de la sociedad y al bienestar de los miembros de la comunidad”, no de unos pocos, se entiende que de todos y cada uno de ellos. También se usa para definir la preocupación y cuidado de las instituciones e intereses de una nación o patria. (No creo que sea necesario explicar el vocablo bienestar, aplicado a todos los miembros de la sociedad, no a unos cuantos, pero según está el patio de la oratoria de la mayoría de quienes nos gobiernan, no creo que muchos lo entiendan).

Los atenienses no intentaron imitar a otros, ni copiar sus leyes, ni sus sistemas de gobierno, pero crearon y defendieron la democracia o el gobierno de todo el pueblo

En dicho Discurso, el autor analiza el camino que los atenienses trazaron como pueblo y la forma de gobierno que les permitió su grandeza.

¿Cómo fue posible un cambio tan sustancial en un mundo enfrentado continuamente a sus contrarios? En el texto citado, el historiador da numerosas razones, algunas de las cuales se citan a continuación.

Los atenienses no intentaron imitar a otros, ni copiar sus leyes, ni sus sistemas de gobierno, pero crearon y defendieron la democracia o el gobierno de todo el pueblo. “Disfrutamos de un régimen político que no imita las leyes de los vecinos; más que imitadores de otros, en efecto, nosotros mismos servimos de modelo para algunos. En cuanto al nombre, puesto que la administración se ejerce en favor de la mayoría, y no de unos pocos, a este régimen se lo ha llamado democracia”.

Y ese es el germen de nuestra historia actual, no sólo como país, sino como continente. En lo tocante a las leyes, todos tenían los mismos derechos, nada de darles a uno un indulto por mantenerse en el puesto de dirigente o pagar presuntamente las multas de quienes delinquen. “Respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares”.

Los cargos se elegían, no porque fueran amiguetes del gran jefe, sino por la trayectoria y valía de los que a ellos se presentaban.“En lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo”. (Al parecer, entonces no había karaokes)

Como consecuencia de ello, acataban las leyes y lo que sus magistrados decidían. “Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia”.

Abrieron su ciudad-estado al mundo y confiaron en el espíritu de sus propios ciudadanos, no en el de sus enemigos.Desarrollaron una educación basada en hábitos de tranquilidad y lejos de todo riesgo o enfrentamiento, para alejar a los propios ciudadanos de la permanente dureza de la vida. A nadie se le llamaba fascista o comunista, para ganar votos, sino ciudadanos de la polis o ciudad, vamos, demócratas, que acataban sus leyes, para preservar una convivencia pactada y pacífica. Consideraban a la pobreza una gran desgracia, no se refería a la ausencia de posesiones, sino porque invita al desánimo en la lucha para salir de ella.

Todas estas ideas y muchas más salieron de la boca de Pericles aquel día que pronunció por primera vez este Discurso. Su final nos recuerda también a nuestro presente, ya que el último año de su vida fue muy trágico, los dos hijos nacidos de su primer matrimonio murieron a causa de una gran epidemia, lo que le arrebató al gran estratega la alegría, y en otoño de ese mismo año, la misma epidemia mató al orador.

En su lecho de muerte, agradeció a los amigos su presencia y les recordó que el título más grande que poseía fue que ningún ateniense vivo jamás había tenido que llevar luto por su culpa. Más de uno debería de leer el citado Discurso, para aclarar la nebulosa de la ignorancia y del mal hacer y, para que aprenda a gobernar como se debe. Porque a día de hoy, hasta esa afirmación que hizo Pericles en su lecho de muerte, se puede poner en entredicho, si nos atenemos a las desastrosas medidas tomadas en nuestro país. Ese fue, según Tucídides, el principio del fin de la gloria de España, perdón de la gloria de Atenas.