Más de veinte años ha durado la aventura de pelear para que la modernización de la conexión ferroviaria de la meseta con Galicia no dejara a la tierra sanabresa huérfana de tren. La nueva parada de tren en Otero tiene muchos padres (Pepe Fernández, el incansable alcalde de la Puebla o la ministra Ana Pastor son dos de ellos, como también fueron protagonistas los sanabreses que se movilizaron para conseguir un apeadero -incluidos aquellos imberbes del Furueto, que presentaron alegaciones a la Declaración de Impacto Ambiental-) y es un éxito de todos. Conseguido el objetivo creo que hay varias reflexiones que hacer sobre lo que supone la nueva estación para todo el noroeste. En primer lugar, es muy importante el enmarcado: no hay ningún derroche en esta estación ya que hacía falta un PAET a la altura de Sanabria, y ese Punto de Adelantamiento y Estacionamiento de Trenes, necesitaba desvíos, accesos, señalización, andenes. Tampoco hay ni ninguna caridad en asegurar que una zona mantiene su estación de ferrocarril en el marco de un proceso de mejora de las infraestructuras en el conjunto del país. Hubiera sido cruel que la modernización de la conexión hubiera dejado de lado a los más pobres: como ahora el tren va más rápido, ya no hay sitio para vosotros, parecen decir esas voces siniestras que claman desde su ignorancia contra la estación. Y en este enmarcado, es bueno dejar de hablar de AVE porque es posible que ningún AVE pare nunca en la estación. Y no pasa nada: pararán otros trenes rápidos que nos permitirán movernos por el eje noroeste, desde Vigo hasta Madrid, con rapidez y comodidad.

Conviene detenerse en la oportunidad que supone el que la apertura de la estación haya coincidido con el final de la terrible pandemia que llevamos año y medio padeciendo

Otra reflexión importante es cómo sacarle partido a la infraestructura. Y esto pasa, sobre todo, por utilizarla. La única garantía de que en la próxima crisis alguien no recurra -desde su cómodo despacho en el paseo de la Castellana- a la táctica fácil de utilizar una hoja de cálculo para ver qué estaciones se cierran, es que la estación tenga un ratio de uso razonable. Y eso involucra en primer lugar a los sanabreses y a los zamoranos que allí se desplazan: integrar el ferrocarril en nuestros hábitos de movilidad hacia y desde Sanabria es un elemento básico para blindar la estación. También hay que conseguir que la infraestructura sea útil para los turistas y para nuestros hermanos del otro lado de La Raya, aunque en este caso, también hay cosas que hacer. Un servicio de taxis eficaz -que siempre haya al llegar el tren- y de precio razonable; o la posibilidad de alquilar un vehículo al llegar para que los turistas puedan moverse por el territorio, son dos condiciones necesarias para poder ofrecer una oferta que permita a gallegos y madrileños venir en ferrocarril a disfrutar de la tierra sanabresa. Para que estos servicios sean factibles -igual que para las campañas de promoción del ferrocarril en nuestra querida Brigantia- se necesita la involucración tanto de la Diputación como de la Junta de Castilla y León. Ese apoyo del que hablaba el presidente Alfonso Fernández Mañueco el día de la inauguración de la estación tiene que materializarse en proyectos concretos si no queremos volver a perder el tren.

Hay otro elemento, final, en el que conviene detenerse. Y es la oportunidad que supone el que la apertura de la estación haya coincidido con el final de la terrible pandemia que llevamos año y medio padeciendo. Como nos enseñó Bob Dylan, los tiempos están cambiando y con él los hábitos de trabajo, vida y desplazamientos. Me comentaba hace unas semanas el alcalde de un pequeño -y cada vez más coqueto- municipio sanabrés, que desde enero se habían vendido en el pueblo media docena de casas, casi todas ellas a personas de fuera de la comarca. El interés que la zona está despertando -poder vivir o tener una segunda residencia a menos de dos horas de Madrid y a media hora de Portugal- está relacionado con el cambio de hábitos que ha traído la pandemia. La plena conectividad digital -un principio rector de las políticas públicas que lleve a cabo la Junta, de acuerdo con el artículo 16 del Estatuto de Autonomía- es un elemento clave para conseguir que todo el oeste zamorano no se quede atrás en este nuevo escenario que se abre después de la crisis, con trabajadores nómadas que puedan desarrollar, de manera total o parcial, su actividad en remoto.

Karl Popper, un judío nacido en la deslumbrante Viena de principios del siglo XX, nos enseñó a todos al final de su maravilloso ensayo sobre “La sociedad abierta y sus enemigos” que el futuro no está escrito en ningún sitio y, por eso, nos recomendaba que “En lugar de posar como profetas, debemos convertirnos en forjadores de nuestro destino”. Pongámonos a ello. El futuro, en esta tierra, llega en tren y vuelve a empezar de nuevo. Así que vamos a por él.

(*) Politólogo