Durante las últimas semanas he asistido a numerosos congresos, simposios, conferencias, cursos de verano, etc., relacionados con temáticas de actualidad que están sobre la mesa. Destaco cuatro: “Impactos sociales del COVID-19. Miradas desde la Sociología”, organizado por la Federación Española de Sociología (FES); “Reto demográfico y despoblación. Nuevas oportunidades en la sociedad digital”, impartido por la Universidad de Málaga en Ronda; “IV Congreso Internacional de Trabajo Social”, coordinado por la Asociación Universitaria Española de Trabajo Social (AUETS); “Anuario de la agricultura y ganadería familiar en España”, de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA). Aunque los títulos puedan sugerir que los contenidos expuestos apenas tienen relación entre ellos, sin embargo, la realidad es muy tozuda: los participantes (ponentes, docentes, asistentes, etc.) siempre encontraron un hueco para introducir referencias a los impactos de la pandemia en la vida cotidiana. Y también, como era de esperar, en las zonas rurales.

¿Qué están sucediendo para que este renovado interés por los asuntos rurales se haya puesto tan de moda y en los lugares más insospechados se hable de ellos?

Y aquí quería llegar, porque, si prestan atención, se darán cuenta de algo insólito: de un tiempo a esta parte, los problemas, los retos y las oportunidades de la España vacía (concepto que pueden sustituir por España vaciada, España olvidada, España ninguneada, etc.) salen a relucir en todos los saraos académicos o profesionales que se precien. Da igual que sea un simposio sobre las consecuencias sociales de la pandemia que la presentación de un anuario sobre la agricultura y ganadería o un curso de verano con unos objetivos específicos. Los ejemplos son numerosos. Y claro, ante este nuevo escenario, los interrogantes se acumulan. ¿Qué están sucediendo para que este renovado interés por los asuntos rurales se haya puesto tan de moda y en los lugares más insospechados se hable de ellos? ¿Será verdad que los residentes en los pueblos han conseguido por fin salir del ostracismo histórico y conquistar la agenda pública con sus argumentos y razones de peso? ¿Estamos ante un cambio de ciclo o todo esto será algo pasajero?

Si esperan respuestas a cada uno de esos interrogantes, se equivocan. Al menos yo no contribuiré a simplificar unos asuntos de tanta enjundia, con un fuerte contenido social, económico, político y cultural. Lo que es indiscutible es el nuevo interés por el mundo rural. Los medios de comunicación, en cualquiera de sus formatos, dan buena prueba de ello. Ahora bien, que sea una moda o algo más, ya se verá. Es lo que dijo el pasado jueves un dirigente sindical en la presentación del anuario de UPA: eso de que el teletrabajo será una de las alternativas de desarrollo en los pueblos, ya se atisbará. Así de rotundo se expresó quien desconfía de todas esas voces que otean un futuro prometedor para los pueblos a base de un cambio tan trascendental en los modos de trabajar, sin percatarse de una verdad de Perogrullo: los buenos deseos, a veces, se confunden con la realidad. ¿Qué nos deparará el futuro? Quien lo sepa, que dé un paso al frente. Yo, al menos por ahora, me mantendré agazapado. Esperando, que no es una mala opción.