Desde este mes de julio de 2021, Sanabria y con ella el noroeste de la provincia de Zamora, dejan de ser un rincón casi olvidado en los mapas de la movilidad moderna de España. La llegada de la alta velocidad ferroviaria con la apertura de la estación de Otero es un hecho, un anhelo largamente esperado como factor de desarrollo no solamente ligado al turismo.

El destino sanabrés, cuna de decenas de miles de zamoranos emigrados a Madrid, queda ahora a tan solo 110 minutos de la capital española, menos de dos horas y a solo media hora de la ciudad de Zamora. Parece un sueño, pero como bien decía el pasado jueves el alcalde de Palacios (municipio al que pertenece Otero de Sanabria), “ya tocaba”. Es hora de que la Cenicienta deje de serlo definitivamente, pero para la nueva etapa que se debe abrir a partir de ahora será necesario aún más empeño del que se ha puesto en traer hasta el extremo occidental de España una línea que tiene muchas más posibilidades que las que pudiera parecer a quien desconozca la realidad territorial de esta parte del país.

El periplo de la construcción de la línea hasta la entrada en servicio de la estación que culmina la puesta en marcha de la línea casi se asemeja en retrasos y frustraciones a la obra que unió la meseta con Galicia desde Medina del Campo por Zamora en el siglo XX. La provincia zamorana solo tardó en contar con ferrocarril 16 años desde que circulara el primer tren por vías españolas, a finales del siglo XIX. La culminación hasta Orense tardó 44 años desde la presentación del proyecto del ingeniero Federico Cantero Villamil. La demora en la actualización de los servicios puede darse casi por finalizada, a expensas de la conexión gallega, pero desde ayer se abre un nuevo capítulo cuyo futuro implica a todas las instituciones y agentes sociales.

El norte de Portugal mira hacia nosotros como puerta de Europa. Debemos ser la puerta y rentabilizar el tráfico de viajeros y, por qué no, de mercancías si se acaba por adoptar el modelo mixto que explotan países vecinos como Francia

La cuantiosa inversión del AVE no puede dejar a la provincia zamorana como mero lugar de paso. No puede repetirse lo ocurrido en el nudo de autovías en Benavente, que de nada ha servido hasta el momento para que el segundo núcleo de población más importante de Zamora despegue. Ese y no otro debe ser el mensaje final de las palabras transmitidas por la ministra de Transportes Raquel Sánchez al declarar que el Gobierno central “es consciente de la importancia” de la infraestructura para la comarca. Si queremos alcanzar ese objetivo de transformar el país con las aportaciones de los fondos de reconstrucción europeos, la urgencia acucia. La comunicación ferroviaria entre Madrid y Galicia por Zamora debe servir de ejemplo de un nuevo modelo de vertebración que deje atrás la concepción centralista de servicios y apueste por un desarrollo más homogéneo, por el reequilibrio territorial, ahora tan descompensado. Así que queda mucho por hacer.

El primer paso sería dotar de las frecuencias necesarias al servicio, incluido el tren madrugador para conectar a primera hora de la mañana con Madrid y, lo más importante, conseguir la declaración de servicio público para que la demanda no dependa de ofertas puntuales y sean posibles los bonos de transporte que den sentido a la nueva movilidad, en consonancia con la sociedad emergente de la pospandemia COVID. La apertura de explotación de negocio a otros operadores además de Renfe puede ser también una opción a tener en cuenta. Los ejemplos vistos en el caso de la línea AVE Barcelona-Madrid están a la vista. El tren cumple con todos los requisitos de lo que se demanda para el futuro inmediato: rapidez, comodidad y bajas emisiones. Es solo la llave para abrir una de las puertas que conducen a un porvenir alejado de las negras perspectivas que se dibujaban para la llamada España vacía, que necesita llenarse tanto de gente como de iniciativas de progreso.

Porque todas las actuaciones deben ir en la misma dirección si se quiere acabar con la pesadilla demográfica del padrón zamorano en cada medición del INE. Es necesario habilitar políticas de empleo, fiscalidad e inversión que favorezcan la única forma de fijar población: la de crear puestos de trabajo. La apertura de la terminal de Otero ya aporta un pequeño granito de arena con sus doce empleos. El listón es tan mínimo que puede superarse si la sociedad zamorana pone el empeño necesario y las instituciones la apoyan con acciones decididas y proyectos solventes.

El norte de Portugal mira hacia nosotros como puerta de Europa. Debemos ser la puerta y rentabilizar el tráfico de viajeros y, por qué no, de mercancías si se acaba por adoptar el modelo mixto que explotan países vecinos como Francia. En el acto estuvo presente el presidente de la Cámara Municipal de Braganza insistiendo en las mismas tesis que mantiene desde hace años y que, es de esperar, encuentren eco de una vez por todas entre las autoridades españolas. La comunicación con la zona industrial y desarrollada de la Raya lusa requiere no solo la autovía N-122 sino la comunicación de Braganza con Puebla a través de “una conexión a la altura y no una carreterita”, en palabras de Hernani Dias. Si los responsables de la explotación del servicio, por ahora la compañía estatal de Renfe, quieren que la inversión se encarrile definitivamente por la vía de la rentabilidad, deben considerar la urgencia de la carretera de enlace en la frontera portuguesa como nicho de viajeros. Y ahí tiene también mucho que decir la Junta de Castilla y León, cuyo presidente, Alfonso Fernández Mañueco ha prometido “volcarse” en esta nueva etapa que se abre para todos los territorios, también para el zamorano.

La apertura de la estación de Otero ha sido el broche de oro en una semana cargada de presentaciones de proyectos. Solo 24 horas antes el propio Mañueco anunciaba en Toro un plan dotado con 300 millones para modernizar y facilitar el asentamiento de jóvenes agricultores y ganaderos. La Diputación Provincial hacía público su proyecto de Parque Tecnológico e incidía en sus iniciativas ligadas a la Silver Economy. Todos y cada uno de los proyectos suenan bien a unos oídos demasiado acostumbrados a los cantos de sirena. Ha llegado el momento de la transformación, de pasar de los sueños a una realidad que deje de discriminar a las pequeñas ciudades y, sobre todo, al ámbito rural, sin el cual, no habría urbe que resistiera. Cuidemos las despensas, cuidemos el futuro de una forma sostenible para asegurar el porvenir deseado para las próximas generaciones de zamoranos. Efectivamente, como dijo un emocionado alcalde de Palacios de Sanabria, “ya tocaba”. Pero eso es solo un principio. El tren no debe detenerse porque el último destino es el que marcará el devenir de toda una provincia.