El comienzo del desarrollo de cualquier actividad, situación por la que todo el mundo pasa, o pasará antes o después, suele implicar; salvo en los insensatos, en los ignorantes o faltos de sentido común o que tengan alguna minusvalía intelectual; un cierto nerviosismo, desasosiego, incertidumbre, etc., sobre cómo se ejercitará el nuevo desempeño profesional, con quienes habrá que “lidiar”,por ejemplo.

Esa incógnita, respecto al desenvolvimiento del inmediato futuro, se despeja más y mejor, si el nuevo trabajador, manual o intelectual, tiene unos sólidos conocimientos de su oficio o profesión; si la vocación que se le supone, al haber elegido libremente sus estudios, lo es en el mayor grado posible; si goza de una sólida personalidad; si tiene inquietud por desenvolver sus cometidos con plenitud, con eficacia y eficiencia; sin reservas de ningún tipo, sin acepción de personas;

Especialmente, el titulado universitario considere el enorme gasto público, sufragado con tributos de todos los justos contribuyentes, ha supuesto su supuesta formación académica; y que, si no lo “rentabiliza” con la máxima entrega y dedicación al cumplimiento de sus obligaciones laborales, están perjudicando a otros ciudadanos que, por ejemplo, no han podido recibir las adecuadas prestaciones sanitarias, por insuficiencia de financiación pública, etc.

Y a los que “juren o prometan”, Real Decreto 707/1979, de 5 de abril, por el que se establece la fórmula de juramento en cargos y funciones públicas, artículo primero; el desempeño de un trabajo en la Administración Pública tengan siempre presenten que sirven a toda la ciudadanía, la “jefa”, pues es la que paga su “soldada”; y las consecuencias indeseables de su falta de entrega al servicio público, como retrasos en las justas pretensiones, obras y servicios públicos a que tiene derecho el administrado, etc.

Siempre hay que seguir aprendiendo mediante el estudio sin desmayo, observando, preguntando, sugiriendo; procurando que supervisen, comenten y contrasten el trabajo realizado.

Hay que aportar valor a las tareas; comprensión con todo tipo de personas con las que habrán de relacionarse, que no han tenido ni la misma experiencia, formación profesional, opiniones, etapa vital, intereses; respeto máximo y exquisito, siempre, hacia todos; como la consideración debida al prójimo, etc. Y por supuesto agradecer la ayuda, la orientación, el asesoramiento, el parecer, de quienes, voluntariamente, o no, hacen de “coach” etc; a quienes así proceden. Tengamos presente que “de bien nacidos, es ser agradecidos”.

A los que comienzan a servir a la sociedad desde un puesto de trabajo, les deseo “suerte, vista y al toro”. Que la ejerzan con mucha salud, con mucho ánimo, con mucha esperanza, con mucha empatía respecto a todas las personas con las que se relacionen, y con infinita formación continua, con afán de superación, con ánimo de laborar sin aliento, con esfuerzo, con dedicación total, etc., claves del éxito profesional, entre otras; todo lo cual es necesario para solventar los mil y un problema que la sociedad, a la que se deben y de la que forman parte, tiene; y que si así fuere, les gratificará con una brillante carrera profesional, con la satisfacción propia que ello implica en todos los órdenes de la vida, por el deber cumplido.

Y, es que hay que “saber para servir”; pues, solo sirve el que sabe.

Por supuesto que lo reseñado, bien pudiera “predicarse” de cualquier comportamiento humano.

Abrazos, queridos principiantes (por cierto, todos lo hemos sido, y seremos, en algún momento), con mis deseos de éxito siempre.

Marcelino de Zamora