A pesar de la dura represión que el aparato comunista cubano ejerce sobre la sociedad civil, esa masa heterogénea y espontánea que ha puesto en jaque al castrismo, la izquierda española sigue sin querer admitir que Cuba es una dictadura. No sólo eso, Podemos insiste en que “Cuba no es una dictadura”. No dan su brazo a torcer a pesar de lo que se sabe, de lo que nos muestran las imágenes, de los atropellos realizados contra los derechos y las libertades de los ciudadanos que, evidentemente, en Cuba no existen.

Cuando a un ínclito miembro de Podemos se le pregunta en qué se basan para sostener que Cuba no es una dictadura, titubean, callan y no logran articular argumento alguno. No los tienen. Sólo se reafirman en lo que sus voceros recitan como un mantra allá donde acuden a defender al Régimen. Si lo que a diario viene ocurriendo en Cuba, sucede en otro país donde el régimen no sea totalitario, habría que oír a los de Podemos. Tan criticable es lo que hace Bolsonaro en Brasil como Díaz-Canel en Cuba. La izquierda que representa Podemos puede decir alegremente que Brasil, hoy, es una dictadura, pero no así Cuba ayer y hoy.

La realidad se impone en Cuba en forma de brutalidad, de represión salvaje, de bloqueo indiscriminado a la señal de internet, de control, de cerrojazo después de una movilización que recordó el histórico “Maleconazo” de 1994. Por aquel entonces, las crónicas nos dicen que Fidel acudió al lugar para dirigirse a los manifestantes y aplacar los ánimos. Pero Fidel está muerto, Raúl jubilado y Díaz-Canel no tiene ni el carisma de Fidel, ni el prestigio de Raúl entre la élite revolucionaria ahora tan cuestionada.

No sé qué más tiene que pasar en Cuba para que esta izquierda negacionista española reconozca lo que es un clamor internacional. Algo está pasando en Cuba para que el Régimen haya hecho algún que otro reconocimiento y alguna que otra concesión. Así y todo, la arbitrariedad manda. Uno de los pilares del Régimen es el silencio y eso es lo que reina ahora en Cuba, con los bloqueos y apagones. Lo que pasa en Cuba se queda en Cuba. Yo sólo sé que los Gobiernos democráticos del mundo tienen una responsabilidad con respecto al país caribeño. Como la tienen los partidos que de verdad son democráticos. A Podemos le falta trecho y reconocimiento para conseguir esa denominación que nunca será de origen. Injerencias, no, ayuda, toda y que el pueblo cubano decida.

Ni Moscú, ni Washington. Son los propios cubanos los que deben recuperar el derecho que históricamente se les ha robado.