Resulta que la España vaciada estaba vacía pero no tanto, y por lo que se deduce de cómo compiten por ella para aprovechar sus recursos, mucho nos tememos que lo que parecía vacío en realidad era lleno. Si uno fuera mal pensado se diría que la estrategia era vaciarla de personas para una vez liberados los territorios de posibles dueños, molestos testigos y sobre todo proyectos respetuosos con ese lleno del que hablamos, pasar a la acción, firme y decidida, del saqueo.

Algo les está saliendo mal, sin embargo. Al parecer, el proceso de vaciado no fue completo y quedaron facciones rebeldes en muchos pueblos, y estas facciones, en algunos casos unipersonales y en otros reunidas en ruidosas asociaciones y plataformas, están ofreciendo una valiente y generosa resistencia con la que nadie contaba. Pasó lo mismo con la colonización romana: el Imperio logró imponer sus leyes, en este caso con el uso de la fuerza, pero jamás logró legitimar los abusos sobre la población como tampoco logró extinguir por completo la cultura castrense, la cual sobrevivió en muchos casos hasta bien entrada la Edad Media. Las vías romanas pasaban a todo trote por lo que hoy son provincias, al tiempo que olvidados quedaban castros sin romanizar, capaces no tanto de enfrentarse al Imperio como de seguir sus propias costumbres.

Por si alguien no se ha dado cuenta, gran parte de la provincia de Zamora está llena de recursos de todo tipo, culturales, paisajísticos, históricos, y también materiales. ¡Calla! Esto mejor no decirlo. Da igual, a estas alturas los que no tenían que saberlo ya lo saben, en especial en lo que se refiere a los recursos materiales. El ojo de Google llega a todas partes.

La España llena

La España llena Julio Fernández Peláez

La verdad la mantuvimos bien en secreto. Disimulábamos. Las personas desaparecían de nuestros pueblos y permitíamos que nos incluyeran en la España vaciada. Pero créanme, esto no era más que una estrategia para salvaguardar lo esencial. Y eso que una parte de lo esencial ya había quedado anegada por aquellos pantanos que de manera silenciosa se extendieron por nuestros ríos. ¿Pero es que las personas no son, no somos, esenciales? Sí, pero, aunque nos duela reconocerlo, estamos en este mundo de paso. Un territorio puede quedar vacío de gentes pero si conserva lo esencial podrá volver a llenarse algún día. Si lo pierde, va a ser muy complicado que esto suceda. Nadie querrá volver a un lugar sin esencia. Y si alguien vuelve, no será un regreso, será otra cosa, porque el lugar ya no será ni de lejos el mismo.

Así que la esencia es importante. Esto es obvio. El problema es que no está catalogada. No hay ninguna ley que la proteja, al menos no completamente. La esencia está en todo aquello que nos fascina, en lo que no nos gustaría que se perdiera nunca. Y lo que nos fascina no es fácilmente catalogable.

A mí me fascinan las paredes de las cortinas de Sayago, por ejemplo. Y no creo ser el único. ¿Es eso la esencia de Sayago? Pues seguramente sí, junto a muchísimas esencias. Sayago, como el resto de comarcas en Zamora, está lleno de esencias, sus paredes, sus riachuelos, sus viejas iglesias, sus árboles, sus flores, su aire, su luz. Una plenitud de fascinantes esencias. Esencias que no nos podemos permitir que nos quiten, bajo ningún epígrafe.

La estrategia estaba clara, primero vaciar de personas para luego vaciar de materiales y recursos. Y con este último vaciado se evaporará la esencia, es inevitable, porque la esencia también está adherida a los materiales: no hay nada que no tenga un sustento, un lugar donde existir.

La estrategia estaba clara, primero vaciar de personas para luego vaciar de materiales y recursos. Y con este último vaciado se evaporará la esencia

Defender la España llena es prioritario. Porque para lo demás solo hace falta tiempo. Y de nada sirve lamentar el vaciado de personas si los que quedan no resisten el embate del expolio. ¡Pero si no queda nadie! No es cierto. Queda gente en los pueblos que protestan y disienten. Quedan quienes hacemos lo que podemos con las armas que tenemos para defender la esencia. Y quedan las administraciones, que tendrían que ser la principal voz que pusiera freno al expolio. ¡Pero si la administración es de los romanos! Vaya, eso es cierto. Pues entonces habrá que acudir a Roma y hablar con quien sea. Que se enteren de que existimos.

Cuenta el historiador Diodoro Sículo que “cuando los romanos se adueñaron de Iberia, atestaron las minas y obtenían inmensas riquezas por su afán de lucro”. Paralelamente Plino relató la esclavitud a la que se sometía a la población aborigen para obtener esos recursos. Da fe de ello esa famosa estela funeraria del llamado niño minero encontrada en Baños de la Encina (Jaén), un bajorrelieve de un niño de corta edad que tiene un farol e una mano y una piqueta en la otra, y que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.

Nadie vendrá a explotar niños en la España llena, eso es cierto. Porque los tiempos han cambiado y se han vuelto algo más civilizados en esta parte del mundo. Pero tampoco nadie vendrá a levantar escuelas para se llenen de niños. De eso también estamos seguros.