Las competencias sociales y cívicas es una de las 8 competencias clave definidas por la Comisión Europea para el currículo de la ciudadanía moderna. Las competencias son las siguientes: 1) Comunicación en la lengua materna; 2) Comunicación en lenguas extranjeras; 3) Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología; 4) Competencia digital; 5) Aprender a aprender; 6) Competencias sociales y cívicas; 7) Sentido de la iniciativa y espíritu de empresa; 8) Conciencia y expresión culturales. Estas competencias son las que la ciudadanía necesita para su desarrollo personal y profesional en la sociedad de la información, la inclusión social y el empleo. Por tanto, se supone que las 8 competencias deben conocerse, asumirse y, por ende, desplegarse en todos los ámbitos de la vida cotidiana: el trabajo, el hogar, la escuela, el juego, la fiesta, los viajes, etc.; de lo contrario, el edificio personal se habrá construido sobre arenas movedizas, con lo que, más pronto que tarde, se agrietará y se vendrá abajo.

Habrán imaginado que entre el conjunto de conocimientos y prácticas requeridos para el despliegue de las competencias clave se mencionan aspectos que una mente tradicional hubiera enumerado. Me refiero a todo lo relacionado con la adquisición de los saberes básicos o de las cuatro reglas, que se mencionaban en tiempos no tan pretéritos. También se incluyen otras competencias de carácter transversal, indispensables en la sociedad actual y, de manera específica, en la activación de procesos de desarrollo local. Hablamos de conocimientos digitales o del fomento de la iniciativa y el espíritu de empresa, relacionados con la capacidad para el emprendimiento. Pero la gran novedad está en la incorporación de nuevas competencias relacionadas con el crecimiento personal y la mejora de la convivencia social. Y aquí es donde debemos incluir las competencias sociales y cívicas, que junto a la capacidad de tomar conciencia sobre otras expresiones culturales pueden hacer que el mundo que habitamos sea un lugar mucho más saludable.

Durante la semana que concluye hemos observado que las competencias sociales y cívicas se encuentran en unos niveles muy bajos en este país y por estos lares. Por ejemplo, ¿cómo evaluar el asesinato de Samuel, en La Coruña, si no es echando mano a la falta de humanidad y solidaridad que han mostrado unos desalmados con una persona indefensa? ¿Y cómo calificar las declaraciones, los tuits y los improperios vertidos contra las personas que han salido a la calle a manifestar alegremente su identidad sexual? ¿Y cómo enjuiciar la violencia contra las mujeres si olvidamos que tras esas conductas se esconde un déficit muy importante de competencias sociales y cívicas? ¿Y acaso no diríamos lo mismo a la hora de valorar los comportamientos que durante los últimos días estamos observando en un sinfín de celebraciones, fiestas, botellones y jolgorios nocturnos, olvidando que aún nos encontramos sufriendo los efectos de un maldito virus? En fin, ahora le toca a usted seleccionar algunos ejemplos. Es fácil. Lo dejo en sus manos.