Uno no duda de las buenas intenciones de nadie, pero ya se sabe que de buenas intenciones está empedrado el infierno… si es que sigue existiendo, que ya hasta el Vaticano lo duda. Es probable, por tanto, que el ministro de Consumo, Alberto Garzón, líder, además de Izquierda Unida (menos en Zamora), dijera lo que ha dicho de la carne sin ánimo de ofender ni perjudicar, pero se ha columpiado; y mucho. Y le ha dado un puñetazo en la boca del estómago al gobierno de coalición al que pertenece. Le ha faltado tiempo a las huestes del PP y a sus acólitos para lanzarse en tromba contra don Alberto y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, sacudirle estopa a Pedro Sánchez. No importa que éste haya dicho: “A mí, donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible”. Da igual. El presidente del Gobierno defiende el chuletón, la carne, pero la oposición trata de sacar tajada, atiza la polémica y busca el rédito electoral. Nada nuevo. Veremos lo que dura. Lo que tarde Cataluña en volver a aparecer en escena y la bronca de la carne pase a mejor vida.

¿Qué pretendía el señor Garzón con ese vídeo absurdo e inoportuno? No falta quien asegura que uno de los objetivos era decir algo así como “¡eh, que estoy aquí, que sigo siendo ministro”. O sea, llamar la atención ahora que Pablo Iglesias está fuera de la política y parece que solo hay ministros del PSOE… salvo Yolanda Díaz y sus revolcones dialécticos y zascas a Teodoro García Egea, el nuevo Castelar del Congreso. La ministra de Trabajo prestigia a Unidas Podemos y Alberto Garzón hace justamente lo contrario. Cada vez que se pronuncia pone a un sector, a una parte de la sociedad, contra el Ejecutivo. Esta vez ha sido al ganadero, al igual que hace poco fue el remolachero con aquel eslogan de “El azúcar mata”. En ambos casos, y en otros, el daño ha caído, como el pedrisco, en el campo. De ahí las quejas de las asociaciones agrarias y de los empresarios cárnicos.

El propio ministro de Agricultura, Luis Planas, ha dicho que las palabras de Garzón son profundamente injustas y que el sector ganadero merece un respeto “por el trabajo honesto que hace por todos nosotros en la alimentación y en la economía”. Lo de la alimentación está más que claro. Sin el trabajo y el esfuerzo de labradores y ganaderos, ¿qué comeríamos?, ¿todo importado? Lo de la economía está bien recordarlo aunque sea solo de vez en cuando. Las exportaciones de productos ganaderos suponen unos 10.000 millones de euros, entre un 15 y un 20% del total español. El sector genera en nuestro país unos 2,5 millones de empleos, la mayoría en el medio rural, es decir en las zonas más amenazadas por la despoblación y el abandono. De modo que la ganadería tiene una importantísima vertiente social además de alimentaria, económica y, ¡albricias! medioambiental. Me temo que todas ellas se le escaparon al señor Garzón cuando se puso delante de cámara y micro para grabar el mensaje de marras.

He recalcado lo de medioambiental porque uno de los argumentos del ministro de No Consumo es que la ganadería emite un 14,5% de los gases de efecto invernadero. O sea, aquello de los pedos de las vacas que tanto furor hizo tiempo ha y que parecía olvidado. Mucha contaminación, claro. Sin embargo, desde diversas fuentes han corregido este dato, calificado de falso, y han recordado que, durante la reclusión de la covid, bajó mucho la contaminación ambiental pese a no reducirse el número de vacas pedorras. Lo que sí se redujo fue el tráfico de vehículos, ergo…

¿Y lo que descontamina la ganadería extensiva, las vacas, los toros, las ovejas y los cerdos que pastan al aire libre?, ¿qué haríamos con las dehesas, maravillas de equilibrio ecológico y de aprovechamiento de recursos naturales?, ¿quedarían únicamente para los ciervos, corzos, jabalíes y demás fauna salvaje, o esos no se tiran pedos? Y los lobos, pobres, ¿qué deglutirían si nadie criara corderos o terneros? Habría que llevarles berzas, que abundan cada vez más.

De modo, don Alberto, que ha hecho usted bien en matizar sus primeras palabras y en pedir que bajemos la ingesta de carne según las recomendaciones de los científicos, que parece que coinciden en que, en España, comemos demasiada. Puede ser, pero ya ve usted somos el segundo o el tercer país con más esperanza de vida. Así que lo “Menos carne, más vida”... Piénselo un poco antes de lanzar la próxima andanada... si es que no lo relevan antes de su cargo, un ministerio que ni fu ni fa.

¡Ah! Y recuerde un viejo refrán castellano: “En boca cerrada no entran moscas”.