Los que se consideren auténticos profesionales; es decir que se formaron académicamente con seriedad, como mandan los “cánones”; y no solamente retuvieron unas teorías, más o menos memorísticamente, aunque sin entenderlas, y para olvidarlas una vez pasado el “trauma” de las evaluaciones, y “pa salir del paso”, es decir, para obtener un aprobado, fin que, como manifiestan bastantes aspirantes a graduadas es lo que pretenden alcanzar en la “uni” para tener un “papel” que les permita obtener las “habichuelas” con cierta “comodidad”; pues debieran saber y, consecuentemente, llevarlo a la práctica, pues así hay que entenderlo por la propia reflexión personal como por habérselo inculcado los profes “guays” y los “papuchis y mamuchis”; tendrán que conocer y aprender diariamente todo aquello relativo a su profesión u oficio que les permita actualizar sus supuestos saberes para satisfacer con precisión la problemática que su “clientela” les pueda presentar para solucionarla con exactitud, precisión, etc., obviando, además, el quedarse obsoletos, el prestar un pésimo servicio, engañándola, etc.

Pues si el “estar al día” es predicable de cualquier trabajador, manual o intelectual, más si cabe de los que se dedican al ejercicio de las ciencias sociales, como el Derecho y la Economía, cuya evolución y cambio es permanente. Así, la consulta diaria de los diarios oficiales, la recepción periódica de las novedades legislativas, bibliográficas, de actualidad, la lectura de la prensa general y especializada, de las revistas profesionales, la consulta en las redes sociales, el contraste de pareceres con los compañeros de profesión u oficio, el analizar y aprender de las mejores y exitosas actuaciones de otros colegas, administraciones públicas, empresas, etc. , para, si es posible y conveniente, y debidamente adaptadas a la idiosincrasia propia, adoptarlas y mejorarlas.

Y es que los siempre necesarios estudios de prospectiva, precisos para la imprescindible planificación de todo tipo de actividades económicas y no económicas, públicas o privadas, serán tanto más certeros en tanto en cuanto se basen en conocimientos exhaustivos sobre la posible evolución de la sociedad y sus respectivas necesidades, considerando el estado de la ciencia, de la técnica, de la demografía, de las aspiraciones de la ciudadanía, de los movimientos culturales, “el reciclaje y la inclusión activa”, etc., lo que contribuirá a diseñar mejores y acertadas políticas legislativas, económicas, empresariales, públicas, etc. , con las que se alcanzaran más altos niveles de satisfacción del bienestar colectivo.

Las directivas de la UE establecen que los fondos de la misma “apoyarán inversiones en ámbitos como la conectividad digital, las tecnologías energéticas limpias, la reducción de emisiones, la regeneración de zonas industriales, el reciclaje de trabajadores y la asistencia técnica”, siendo precisa la “cooperación de las autoridades locales”. Es decir, ayuntamientos y diputaciones provinciales “tendrán que presentar planes territoriales de transición justa. Estos planes indicarán las áreas concretas de intervención, basándose en las repercusiones económicas y sociales derivadas de la transición, en particular en lo que se refiere a las pérdidas de puestos de trabajo previstas y la transformación de los procesos de producción de las instalaciones industriales con la mayor intensidad de gases de efecto invernadero”.

Pues “manos a la obra” alcaldes, concejales, presidentes y diputados de Corporaciones provinciales, miembros de la oposición política, cargos representativos y de gestión del “Alma Mater”, empleados púbicos directivos, y “demás”,

Y es que permanentemente tienen que estar disponibles estudios, programas y proyectos, que debidamente actualizados, posibiliten una rápida contratación, ejecución, y puesta en ofrecimiento a sus destinatarios, de las obras y servicios que requieren, lo que permitirá evaluar la catadura política y funcionarial de sus respectivos responsables, para tenerla en cuenta en el momento de ir a votar, como la permanencia en puestos de trabajo de “libre arbitrariedad”, etc.

Marcelino de Zamora