Ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez lo que sabe

José Saramago.

Leía en fechas recientes que “envejecer no es juventud perdida, sino una nueva etapa de oportunidad y fuerza”, según resumía Friedan.

Sabido es que con la edad adquirimos experiencia, conocimiento tanto a nivel vital como profesional, que nos proporcionan las vivencias como es natural, y, ello nos faculta para ir abordando nuevos retos, sin olvidar que ello ha de servir para que nuestro actuar, en el día a día, nos sin tamos más seguros.

En el actuar cotidiano hemos de tomar decisiones, pues, es la propia vida la nos pone en situaciones ante las cuales hemos de tomar decisiones sin tener a veces mucho tiempo para reflexionar y por regla general hemos de ser sumamente prudentes para que las decisiones que tomemos sean acertadas.

Hay, a mi juicio, un factor importante, en cuanto a la experiencia, la sabiduría y toma de decisiones, que es la edad.

Creo oportuno distinguir entre la edad final que no deja de ser más que un número, toda vez que, todos conocemos a personas que son viejos con 30 años o menos, y, sin embargo, otros siguen manteniendo un espíritu juvenil con 80 años, en definitiva la edad cronológica está marcada por la fecha de nuestro nacimiento, pero, hay otra edad que dependerá de nuestra actitud ante la vida.

La vida diaria es la que nos va a ir dando experiencia, el tropezar, caer y saber levantarnos, el tomar a veces decisiones equivocadas y tener que volver a iniciar nuevamente lo deseado con anterioridad.

La experiencia y la sabiduría van íntimamente unidas, pues, a mayor experiencia, mayor sabiduría. No olvidemos que para ir acumulando sabiduría hemos de fomentar la curiosidad intelectual, pues, conforme recoge nuestro refranero “Nunca es tarde si la dicha es buena”.

Hemos de ser consientes que para aprender a cultivar aficiones, la edad no puede ser un obstáculo, toda vez que, a mayor edad tenemos más experiencia y hemos acumulado más sabiduría para gestionar los objetivos que nos hemos propuesto.

No quisiera terminar estas breves líneas, sin hacer referencia a que en la vida diaria lo importante es tener ganas y fuerza de voluntad y ello no depende de la edad.

No olvidemos el principio: “Contra pereza, diligencia”. Hemos de vencer ese vicio, tan extendido de la pereza y ser diligentes en llevar a cabo, lo que nos propongamos.

Los padres y maestros deben educar a los niños en la diligencia y no ser tolerantes, pues, el hombre por naturaleza es perezoso y tiende a dejar para mañana lo que tiene que hacer hoy. Ahora que estamos en verano y es más fácil incurrir en el llamado letargo veraniego, nos ejercitemos en la virtud de la diligencia y acometamos tareas que, tal vez, no hemos podido llevar a cabo durante el resto del año, pues, no olvido aquel consejo del padre jesuita que decía: “Lo que tú no hagas, pudiendo hacerlo, quedará eternamente sin hacer".

La frase ha de estar exenta, bien entendido, de todo tipo de culpabilidad, que produzca ansiedad, todo ello nada más lejos de esas líneas, donde apelo a la responsabilidad y cumplimiento de lo que nos hemos propuesto, como puede ser la lectura de un libro, ver una película, hacer algún trabajo especial, etc...

Es tiempo de verano y normalmente, tenemos más tiempo libre que hemos de aprovechar para el aprendizaje; hemos de pasar del propósito a la acción. Buen verano y no olvidemos de alimentar el alma, del ser, que tanto nos conviene a los humanos.

Pedro Bécares de Lera