En el conjunto de la Unión Europea, de la que España forma parte, la venta de platos, cubiertos, pajitas, bastoncillos y envases de polietireno para alimentos han quedado prohibidos desde el pasado sábado, día 3 julio. En el conjunto de la UE, excepción hecha de España. El Gobierno asegura que la prohibición también será efectiva desde esta fecha pero como la directiva europea que lo regula no ha sido aún trasladada al ordenamiento jurídico español, pues eso, que por estos lares la cosa será más laxa.

Yo sólo sé que se sigue dispensando plástico por doquier. Que en España nos pasamos por el forro las normativas europeas, que luego nos rasgamos las vestiduras pero que también somos más chulos que nadie. Hablo en términos ciudadanos y en términos gubernamentales. Desde que Europa anunció esta prohibición el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico ha tenido tiempo de sobra para trasponer la normativa.

La Comisión Europea aprobó hace dos años esta directiva que daba de plazo a los estados miembros hasta el pasado sábado. Repito, ha habido tiempo. No me extraña que ni en Europa, ni en la Casa Blanca se tome en serio a España y a su Gobierno. Para unas cosas absurdas meten una prisa que da miedo y para otras, de interés general, permanecen como dormidos en el tiempo y sin capacidad de reacción. Hace apenas un mes, el 31 de mayo pasado, Bruselas pidió a los 27 que armonizaran la prohibición de plásticos de un solo uso y urgió a los países que garanticen que «las nuevas reglas son aplicadas de forma correcta y uniforme» en bloque.

En lo que a España respecta ni se sabe cuándo se van a aplicar. El bloque se ha roto precisamente por este trozo de la península Ibérica que pertenece a España. La uniformidad, en lo que a nuestro país respecta, ha vuelto a brillar por su ausencia. ¿En qué entretienen su tiempo, bien remunerado por cierto, los titulares de las carteras pertinentes y especialmente los asesores que no asesoran nada? Hay que ser más aplicados. Hay que hacer los deberes. Y no que siempre tenemos que esperar a la recuperación por la vía del perdón. Hasta que a la UE se le hinchen sus correspondientes y dé al traste con esta parsimonia tan desesperante.

Presumir de Europa y de europeos conlleva también una serie de obligaciones que el Gobierno español no parece tener en cuenta. No se puede visitar Bruselas para hacerse la foto y poco más. No es de extrañar que los homólogos europeos de Sánchez le hagan el vacío. O esa sensación nos da.