Isabel Díaz Ayuso, la presidenta-lideresa madrileña, acaba de crear la llamada Oficina del Español con el objetivo de convertir a Madrid en la capital de nuestro idioma en Europa. Y ha designado, a dedo, como corresponde, a Toni Cantó responsable de cometido de tal envergadura por el módico precio de unos 75.000 euros al año. Se ignora si, al igual que los futbolistas, tiene una prima por logros o si este misérrimo salario es redondo, inmutable. Es decir, si Cantó cobrará más si difunde nuestra lengua por todo el continente y vemos a los letones y a los eslovacos chapurrear el castellano o si, por el contrario, sufrirá mermas en su sueldo en caso de que los progresos no sean muy palpables y los croatas no pasen de decir “Modric, muy bueno”. O si, como parece, los resultados no influirán y don Toni se embolsará los 75.000 del ala pase lo que pase, mejoren o no los húngaros. Nada de a tantos euros la frase lanzada a los oídos europeos. No, todo legal y clarito. La nómina. Y punto.

Es como humillar, despreciar, a las instituciones que llevan años y años desarrollando una labor importante en este terreno. Por ejemplo, el Instituto Cervantes o las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares

El asunto ha levantado una gran polémica, sobre todo cuando a algunos de la cáscara amarga les ha dado por ir a las hemerotecas y repasar lo que decía sobre los chiringuitos para colocar amigos el ilustre Cantó cuando era un simple diputado de UPyD o de Ciudadanos. Pero, claro, una cosa es predicar y otra muy distinta dar trigo, especialmente si hay miles de euros por medio y es posible cobrar los servicios prestados con cargo al erario público. O sea, lo que popularmente se conoce como una “jetada”. Siempre creí, y así lo proclamo a menudo, que las mejores jetas del mundo se disfrutan en el Mesón Capotín, en Fuentesaúco. Pues bien, ahora le ha sido una fuerte competencia en el chiringuito de Toni: ricas jetas. Jetas, por lo obvio. Ricas por lo caras que le van a salir a los madrileños, en realidad a todos.

¿Hacía falta crear una Oficina del Español precisamente en Madrid? Doña Ayuso asegura que sí, que le lleva dando vueltas a la idea un tiempo y que ha llegado el momento de plasmarla. Al parecer, la izquierda, conchabada con no sé cuantos nacionalismos, está atacando al español (la presidenta nunca dice castellano), que corre peligro de muerte aunque lo hablen más de 500 millones de persona. ¿Cómo defenderlo? A la manera medieval: designando un paladín, un adalid, que, micro, pluma y alma en ristre, ataque a los malandrines y deshaga sus perversos planes. ¿Y quién mejor que Toni Cantó, actor de cien papeles, político de mil chaquetas, para desempeñar este histórico rol y colocarse a la altura de El Cid Campeador, los Reyes Católicos, Nebrija, Colón y Menéndez Pelayo, entre otros? Nadie. Por eso está ahí.

Como Isabel Díaz Ayuso no da puntada sin hilo, habrá que pensar que meditó mucho, muchísimo, el nombramiento, que cuidó al máximo todos los detalles para evitar críticas y palos dialécticos. Analizó currículo a currículo hasta que dio con el de Toni, el más completo. Nada mejor para apoyar y expandir el castellano que un valenciano que no se caracteriza precisamente por su fluidez verbal ni por el buen uso de sintaxis, prosodia y demás. Y como muestra un botón: en su agradecimiento a Díaz Ayuso y como repuesta a la leña recibida, Toni Cantó escribió un mensaje en el que colocaba una coma entre el sujeto y el verbo. Algún cachondo replicó: “Entre el sujeto y el verbo, siempre una coma. Nueva norma de la Academia Madrileña del Español”. ¿No había otro mejor preparado? Se ve que no, que una cosa son los méritos académicos y otra los compromisos políticos. ¡Y lo tiene que pagar el pobre idioma, que no ha hecho nada malo para que lo castiguen con tamaña crueldad!

Sin embargo, a mi juicio, lo más grave no es todo esto, sino que el mal principal reside en el origen, es decir en la decisión de Ayuso de poner en marcha la susodicha Oficina del Español en Madrid. Es como humillar, despreciar, a las instituciones que llevan años y años desarrollando una labor importante en este terreno. Por ejemplo, el Instituto Cervantes o las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá de Henares (ésta en la Comunidad de Madrid) o las becas Erasmus o los cursos internacionales o tantas y tantas academias legales y prestigiosas. Ayuso viene a decirles: “No valéis para nada, tengo que intervenir yo desde mi virreinato madrileño porque si no el español se va al garete o peor, se lo vende Sánchez a los separatistas”. Y de paso, Madrid sigue absorbiendo todo lo que puede y quitándoselo a los demás. ¡Coño, hasta la lengua, hasta el castellano! Menos mal que son los patriotas españoles los que toman estas medidas. Así se une España, sí señor, a base de chiringuitos con ricas jetas. Un placer.