Buscan el enfrentamiento social, la ruptura de los nexos que garantizan la convivencia en paz y en libertad, esto es, en democracia. Palabra esta en la que se envuelven, adjetivándola siempre como real, popular, verdadera… Síntoma inequívoco de que la detestan, la temen y tratarán de eliminarla si el destino deja en sus manos tal posibilidad. Son los pregoneros de la nueva izquierda, que ya no es como hace unos años, la izquierda moderada, la socialdemocracia protectora y defensora de la ampliación del “Estado del bienestar”, esa forma de organización social surgida en las sociedades liberales occidentales como desarrollo natural del modelo capitalista en una civilización inspirada por la ilustración, el conocimiento y el humanismo.

La nueva izquierda actual es la de los apologetas del viejo y rancio comunismo, fracasado siempre que se ha puesto en práctica, derrotado por el deseo, connatural a la especie humana, de libertad. Expulsado como modo de organización social por el derecho, consustancial a nuestra inteligencia, a hacer valer el libre albedrío siempre que ello no atente contra el derecho de los demás. La nueva izquierda es tan vieja y está moralmente tan carcomida que sabe, sin ninguna duda, que nunca por la vía del devenir ordinario podrán obtener el respaldo suficientemente mayoritario en las urnas, salvo en situaciones tan convulsas como las que llevaron al socialista (luego fascista) Mussolini y al nacionalsocialista Hitler al poder hace casi cien años.

La nueva izquierda bebe en las fuentes iniciales de Lenin y los bolcheviques, que no se levantaron contra el zar de Rusia sino contra la Duma, la asamblea democrática con representación ideológica amplia y diversa que debía conducir a la Rusia de 1917 de la tiranía zarista a un régimen económica y democráticamente homologable con el resto de Europa. Los bolcheviques, entre los cuales era prácticamente imposible encontrar -como un obrero e Podemos o Izquierda Unida- un proletario, ese “lumpen” al que se refería con profundo desprecio el acomodado Lenin, eran minoría.

La izquierda actual ideológicamente dominante en España y que arrastra al resto, incluida a la oficialidad socialista manejada por Pedro Sánchez, sabe que ha llegado al máximo que las urnas le van a otorgar en un sistema democrático moderno. Son malos, no idiotas, y como hicieron en Venezuela, como están intentando en Perú, en Colombia, Chile, Bolivia y otros países de la mano del Foro de Sao Paulo y con la colaboración infame de gente como el ex-presidente Zapatero, son conscientes de que el poder absoluto que necesitan para imponerse puede venir solo de la ruptura social mediante el enfrentamiento bipolar entre “pobres y ricos”, “inmigrantes y nacionales”, “hombres y mujeres”, “feministas clásicas y movimientos trans”. De la quiebra de las instituciones sociales que dan estabilidad y sustento ante la crisis económica como la familia y las relaciones paterno-filiales. De la presión hasta la deformación de las instituciones políticas y judiciales. Del hambre y del caos.

Hace muy poco tiempo era impensable escribir en estos términos. Hoy no. Me enfada y solo con el enfado ya me doy cuenta de que están consiguiendo sus bastardos objetivos. Afortunadamente aún está en nuestra mano pararlos democráticamente.

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