¿Qué diantre está pasando en Zamora? Lo estamos perdiendo todo. Y seguimos de brazos cruzados, sin rebelarnos, sin protestar, dejando que suceda todo lo que venimos lamentando. Me da pena que nos hayamos convertido en plañideras y que de ahí no pasemos, incapaces de avanzar y, sobre todo, incapaces de retener. Perdimos el Cuartel Viriato y reaccionamos tarde, cuando todo estaba hecho. Hemos perdido empresas que nunca debieron morir y nos hemos quedado tan panchos. Incluso en el plano religioso perdemos una congregación detrás de otra y como si con nosotros no fuera la cosa. Pues va. ¡Ya lo creo que va!

Perdimos a las Siervas de María, ministras de los enfermos, vecinas de nuestro periódico, cuya labor fue impagable a lo largo de los años que habitaron entre nosotros. Recientemente en el Colegio de San José hemos vivido otra ruptura increíble en otro tiempo. Menos mal que los padres de los alumnos reaccionaron a tiempo y la cosa no fue a peor habiendo ido a mal. Pero es que ahora, los últimos en marchar, nos duelen sobremanera a todos, por distintos motivos. Hablo de los Salesianos. No hemos tenido que dejarles marchar. No sé cómo puede impedirse, a lo mejor, quién sabe, todos a una lo hubiéramos logrado.

Estoy harta de tanta pérdida irreparable. La de los salesianos lo es. Su huella en esta ciudad es tan grande que cabrían varios inmuebles en ella. No sé qué pensaran Don Bosco y el santo Domingo Savio, ‘Dominguito’ para sus padres. Si yo fuera ellos estaría muy cabreada. Pero ellos son santos y ven y entienden las cosas de otra manera. Así y todo aquí no se lucha nada por lo que es nuestro o eso nos hemos creído, porque resulta que a la hora de la verdad no tenemos nada. Por lo menos el legado de los Salesianos nos llena. ¿Pero es que ya nadie recuerda lo que supusieron para Zamora, para la enseñanza, para la Formación Profesional, para tantos chavales de la época?

Es verdad que las comunidades religiosas van mermando en número. Las vocaciones son escasas, pero los que hay, por pocos que sean, están, sin embargo se los llevan y nos dejan huérfanos. Por esa manera de ser pasota que tenemos los zamoranos, ni se molestan en preguntarnos. No somos nada reivindicativos. Si acaso de palabra, pero sólo eso y, sabido es, las palabras se las lleva el viento. Los hechos son los que importan.

Setenta años de servicio en la diócesis de Zamora reducidos o puede que agrandados por la Eucaristía presidida por nuestro Obispo, don Fernando Valera. Hoy, el recuerdo de los Salesianos se agiganta.