Los últimos 18 meses de la historia de la humanidad, de todos los continentes, de todos los países, de los casi 8.000 millones de personas que vivimos en el Mundo, han sido vertiginosos. Dramáticos. Terribles. Todavía hoy vivimos en una ingravidez absoluta de incertidumbres, sentimientos y frustraciones que nos hacen muy difícil pensar en el futuro, prever lo que serán nuestras vidas en el tiempo inmediato.

Nada volverá a ser como antes, eso sin duda. Lo único que ha quedado claro es que los seres humanos somos frágiles, débiles ante la adversidad colectiva, incapaces de afrontar el sufrimiento desde un prisma solidario. Nadie está a salvo ante este tipo de pandemias. Ni los países más poderosos pudieron afrontar el caos de un virus incontrolable.

Quiero en primer lugar hacer un recuerdo a los 177 millones de personas que han sufrido la pandemia en el mundo. En Zamora, en España, en Europa y en todo el planeta. Quiero hacer un recuerdo de como empezamos a vivir la pandemia. Quiero recordar cómo vivimos el primer confinamiento, como afrontaron los servicios médicos la primera ola, como se volcaron los sanitarios, los servicios de urgencia, la ayuda del ejército, las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, la gente de los supermercados, los transportistas, etc. etc.

Quiero recordar el sufrimiento de las personas mayores, las tragedias de las residencias, los efectos demoledores sobe la economía y en el empleo. Lo mal que lo han pasado los trabajadores, las empresas, los autónomos y muchos sectores económicos.

Quiero hacer un sencillo relato humano desde mis distintas perspectivas como Médica, como dirigente política y como ciudadana.

Tenemos que reflexionar sobre la importancia de la Sanidad Pública para afrontar este tipo de situaciones tan terribles. De que nuestros hospitales, nuestros centros de salud, nuestros consultorios, estén dotados de personal y medios

Millones de personas que se han contagiado, millones de personas que han fallecido, millones de personas que de una manera u otra han sufrido los efectos letales dramáticos de un virus que dejará secuelas en la salud física y psíquica de muchos seres humanos.

Y como médico de Atención Primaria en un pequeño pueblo de la comarca de Sanabria en Zamora quiero hacer un reconocimiento a todo el personal sanitario que se ha dejado la piel, incluso la vida, en España, en Europa y en todo el mundo para luchar contra el virus.

Ese homenaje inolvidable a las 8 de la tarde en todos los balcones y ventanas del mundo agradeciendo y reconociendo el esfuerzo para salvar vidas, para ayudar a las personas.

También a todo ese ejército de científicos del Mundo que ha trabajado denodadamente en tiempo record para descubrir las vacunas que, afortunadamente, están siendo el mejor antídoto para devolver la vida y la esperanza.

A finales del año 2019 sonaba algo de algún virus en una ciudad desconocida en China. De repente en Enero la OMS declaraba la pandemia, en poco tiempo estaba en Italia y de repente un 15 de Marzo de 2020 el Gobierno de España declaraba el Estado de Alarma y el confinamiento de la población ante la expansión descontrolada del virus, aquí en España, en Zamora, en todo el planeta.

De repente el Mundo se paró y aquí nos dimos cuenta que todo se había parado cuando no había fútbol, toros o fiestas en los pueblos. Las calles y plazas se quedaron vacías. Los estadios, los centros comerciales o las playas se cerraron.

El mundo se quedó mudo de repente. Se hizo el silencio. De repente conocimos que se traficaba con mascarillas, respiradores y material sanitario. Nos familiarizamos con nuevos conceptos como triaje, las pruebas PCR, los cribados de test de antígenos o los rastreadores.

Vivimos algo que nos parecía ciencia de ficción o de fábula bíblica apocalíptica. Confinamientos, cierres perimetrales, niveles de pandemia y cientos de nuevos conceptos que nunca hubieran pasado por nuestra mente.

Conocimos a un ministro de Sanidad increíble que se llamaba Salvador Illa y descubrimos a un científico epidemiólogo maravilloso, Fernando Simón, que nos ayudó a entender de qué iba toda esta tragedia.

También aprendimos conceptos solidarios de un Gobierno de izquierdas presidido por Pedro Sánchez que luchaba “para que nadie se quedara atrás”, con medidas como los ERTE,s la ayudas a autónomos, el Ingreso Mínimo Vital o las ayudas ICO. Hemos visto el sufrimiento de todos los sectores económicos y de manera especial la hostelería, el comercio o el turismo o, aún peor, las colas del hambre.

La insolidaridad y la deslealtad, la utilización política de la pandemia desde la derecha y la extrema derecha también forma parte de la memoria colectiva de todo este tiempo. Cuánta maldad, cuánta crueldad, cuánto daño, cuanta infamia. Cuanta mentira para ganar votos.

Aún hoy, en la fase de esperanza que nos da la certeza de que la vacunación masiva será el final de este mal sueño, todavía no hemos tenido tiempo de pensar, de reflexionar, de aclarar nuestras ideas. De luchar para que en el futuro esto no vuelva a suceder. De ser solidarios con los países que todavía sufren los efectos más dañinos de la pandemia porque ahí siguen sin llegar las vacunas.

Tenemos que reflexionar sobre la importancia de la Sanidad Pública para afrontar este tipo de situaciones tan terribles. De que nuestros hospitales, nuestros centros de salud, nuestros consultorios, estén dotados de médic@s, de enfermer@s y de personal sanitario. De recursos suficientes para que, si esto volviera a ocurrir, no volviera a suceder lo que ha sucedido.

Tenemos que pensar en la Humanidad. Tenemos que recordar esta pandemia que nos encoge el alma.

(*) Vicesecretaria General del PSOE de Zamora y médico de Atención

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