Se le ponga el nombre que se le ponga, maldita violencia. La Ley de Violencia de Género define la ‘violencia vicaria’ como la “ejercida sobre los hijos e hijas”. Un instrumento de tortura para dañar a la mujer, una forma de agresión, desgraciadamente muy extendida, la expresión más sádica y cruel de la violencia machista: “matar al hijo para enterrar en vida a la madre”. Sólo que la violencia vicaria también la ejercen las mujeres para hacer lo propio con sus maridos o ex maridos, con sus parejas. Es cierto que los casos más impactantes, que son la mayoría, están protagonizados por el hombre. En justicia, también hay que dar luz a los casos que se producen a la inversa.

La violencia vicaria no es nueva en España. Desde 2013, año en el que se empezaron a contabilizar de forma oficial estos datos, 41 menores han sido asesinados en nuestro país. Utilizar a los hijos como moneda de cambio, como chivos expiatorios, como amenaza se ha extendido notablemente hasta límites de crueldad insoportable. Desde el Caso Bretón que asesinó a sus hijos de 2 y 6 años, al reciente caso de Olivia y Anna. ¿Por qué? Es la pregunta sin respuesta más extendida. Y que nadie me venga con atenuantes de locura, de enajenación pasajera, ni otras gaitas. Es maldad en estado puro. Son ganas de hacer daño gratuitamente. No son enfermos, son malos de solemnidad. Malos y malas en el caso contrario.

Desde agosto de 2015, con la puesta en marcha de la Ley de la Infancia y la Adolescencia, se comenzó a considerar a los menores expuestos a la violencia de género como víctimas de esta lacra. Lamentablemente no se ha logrado evitar la sangría y en lo que va de año, el Gobierno cuantifica oficialmente tres asesinatos, a la espera de que aparezca el cuerpo de Anna, la hermanita de Olivia.

Aunque el término de violencia de género sea singular, existen muchos tipos de violencia más allá de la física, la sexual o la psicológica. La violencia no conoce fronteras. Poco se habla de la violencia simbólica, laboral, económica o patrimonial, política o institucional, familiar o intrafamiliar, judicial, mediática, conocida como “luz de gas”, la revictimización que ha tenido como ejemplo a Rocío Carrasco. La violencia vicaria está consiguiendo un protagonismo indeseado. La violencia la recibe la madre pero los hijos son los instrumentos utilizados para lograrlo. Que forma más horrible de morir Que forma más cruel de matar. Que lejos quedan las intenciones contempladas en los derechos de los niños y adolescentes para su supervivencia, su salud física y emocional y su desarrollo.