Moncloa sigue empeñada en vendernos humo a los españoles y a esa prensa fiel, a esa prensa leal que cree a pies juntillas todo lo que Iván Redondo y su maquinara pergeñan y esparcen cual tiraboleiro tirando de botafumeiro. La “cumbre bilateral” Sánchez-Biden duró menos que un pastel a la puerta de un colegio. Cincuenta segundos de ‘monólogo’ mientras ambos se dirigían andando de una sala a otra. Biden miró una sola vez a Sánchez como si se tratara de un bicho raro o un extraterrestre. Moncloa fue suavizando la ‘cumbre’, dejándola en un “encuentro” que acabó convertido por la propia Moncloa en un “breve encuentro”.

No entiendo el empeño de Sánchez, durante la rueda de prensa posterior, en tratar de colarnos la cantidad de puntos en el orden del día que, según el presidente, trataron en 50 segundos de reloj. Washington no es Bruselas. Allí no perdonan ni que el populismo forme parte del Gobierno de España, ni la generosidad y amistad del Gobierno de España con Maduro y compañía. La CIA funciona muy bien y los presidentes están informados de primera mano. Ignoro hasta qué punto, el abordaje de Sánchez a Biden habrá servido para romper el hielo con el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Biden permaneció impertérrito a lo largo, mejor a lo corto, del corto paseíllo que se marcó el presidente español. Se notaba la falta de sintonía por parte del yanqui.

Tampoco entiendo por qué la ministra Laya insiste en que: “La toma de contacto entre Sánchez y Biden fue particularmente cálida”. ¡Fue gélida! a pesar del empeño del presidente español. La política exterior española sufre un problema de desorientación. En Moncloa viven una especie de “Matrix”. Atiborran a Sánchez de píldora azules que le hacen permanecer en una realidad virtual, cuando deberían prescribirle las píldoras rojas que le conducirán al mundo real. Me preocupan los mundos paralelos de Moncloa.

Me hacía ilusión saber, después de estos meses de sequía con USA, que quien nos representa a los españoles y obviamente a España iba a tener un encuentro bilateral con el dirigente estadounidense. Eso nos permitía situarnos de nuevo en el mapa. Lo que no me esperaba es lo sucedido, el espantoso ridículo hecho por el presidente, por la diplomacia española y por quien organiza estas cosas que últimamente va de patinazo en patinazo. Las expectativas sembradas por Moncloa han acabado en fiasco del que la prensa no ha podido sustraerse, ni siquiera los afines que lanzaron a bombo y platillo el encuentro bilateral que nunca existió.

En Moncloa se lo tienen que hace mirar. No pueden seguir vendiendo humo y nada más.