Sucedió lo que después de 44 días de búsqueda nos temíamos tantos, a punto de perder la esperanza. El jueves se confirmó el peor de los escenarios. El buque del Instituto Español de Oceanografía, localizaba en el fondo del mar, en la costa este de la isla de Tenerife el cuerpo sin vida de una niña dentro de un petate. Todo apunta a Olivia, la mayor de las hijas de Beatriz y Tomás. La noticia nos ha conmocionado a todos, nos ha dejado rotos, con la esperanza hecha añicos, sin capacidad de reacción.

La pequeña Olivia forma ya parte de la fría estadística que nos dice que en España han sido asesinados 39 niños dentro de episodios de violencia contra la madre, por parte del padre en la mayoría de los casos, según cifras oficiales del Ministerio de Igualdad. Si también se confirma la muerte de la más pequeñita de las hermanas, de tan solo un añito, Anna Gimeno Zimmermann, la estadística subiría a 41 angelitos, desde que se tienen registros en 2013.

Para Olivia, la muerte ha sido el final. Un final abrupto, decretado por una alimaña, Tomás Gimeno no puede tener otro calificativo. No ha habido reencuentro a pesar de los constantes llamamientos de Beatriz. La venganza del progenitor contra su mujer se consumó en quienes eran carne de su carne y sangre de su sangre. Su frialdad es aterradora. Un caso más de atrocidad absoluta de un mal llamado ser humano. Que una de las personas, junto a la madre, en quien más confían los hijos, pequeños y grandes, el padre, del que esperan la protección habitual, se cebe contra seres indefensos, sucede con una frecuencia incomprensible, inasumible, intolerable.

Y mientras un padre se erigía en verdugo, otros padres, posiblemente lo serían muchos de los miembros de la Guardia Civil implicados en la búsqueda de las pequeñas, se afanaban por encontrarlas con vida o, como al final ha sucedido, recuperar sus cuerpecitos. No puede pasar desapercibida la labor de la Guardia Civil. ¡Qué grande y que extraordinario es este Cuerpo armado! Armado de paciencia, de experiencia, de solidaridad, de honra, de ejemplaridad, de compañerismo, de lealtad, de abnegación y de espíritu de servicio. Los servicios que nos prestan a los españoles son impagables.

Nada sería igual en España sin la Guardia Civil. Aún a pesar del dolor por la muerte de Olivia, no podemos olvidar la labor desarrollada por quienes tienen al honor como divisa. Su adiestramiento, su tenacidad, su capacidad hace posible lo que parece imposible. Hay que estar hecho de una pasta especial para soportar lo que soportan. Un nuevo ángel vela por ellos en el cielo.