Los pueblos, por pequeños que sean, pueden y tienen que escribir su historia en piedras, en papel o en cualquier otro soporte legible y perdurable. Historias que aleccionen a generaciones y sirva para exaltar valores permanentes encarnados en personas o acciones. Y esas plataformas son sus calles y plazas. Y su historia es la de sus habitantes, vecinos, nacidos y vivientes en el pueblo. Me admira cuando descubro calles y plazas nominadas, dedicadas a recordar, y proponer como modelos a gentes conocidas del mismo pueblo. Hace días estuve en Palencia visitando al que fue su obispo, Nicolás Castellanos. y ahora misionero simple y profeta en Bolivia. Y allí vi un puente sobre el Carrión y una calle, no pequeña con su nombre. Estos pensamientos me llevan a considerar que en estos días anda por Carbellino una de esas personas de las que se comenta: el Paco tiene mérito y mucho.

Es hora de que nuestros pueblos sean espejo de sus mejores y honren la virtud y la entrega de sus paisanos

Se trata de Ángel Francisco Simón Piorno. Si miramos en Google nos arroja los siguientes datos: Nacido en 1945, sacerdote español de Carbellino (Zamora). Estudió en los seminarios de Toro, Zamora, Universidad de Comillas y Gregoriana de Roma. Fue ordenado de cura el 22 de abril de 1973. Un par de años en la parroquia de San José Obrero, hace las maletas, pocas, y se va a las selvas del Perú. Chachapapoyas se llama el lugar. Tiene mérito, exclama la gente que le conoce. Un cura joven, bien preparado, buena voz, buen mozo, se va. Podía haber hecho buena carrera en Zamora, pero prefiere perderse en las selvas. Allí ofrecerá su ministerio. Y Paco como se le nombra en Carbellino sigue reluciendo en ciencia, virtud y sentido común y a los pocos años, allí mismo en medio de la selva, el Papa se acuerda de él y sería obispo en fecha memorable del 18 de mayo de 1991. En nuestro paisano ha descubierto: integridad de su fe, buenas costumbres, buena fama, grados académicos, piedad celo por las almas, sabiduría, prudencia , virtudes humanas y dotado de las demás cualidades que le hacen apto para ejercer de obispo. Pronto en Roma le piden más y tiene que dejar su primera cuna para ocuparse de Cajamarca, ciudad bien importante en la historia y en la actualidad. Y desde allí no mucho tiempo después tendrá que trasladar sus servicios a Chimbote, ciudad portuaria al norte de Lima con más de medio millón de habitantes y una extensión tres veces la provincia de Zamora. ¿Es mucho sugerir que los ayuntamientos colaboren en preservar para la memoria colectiva tales ejemplos de personas buenas que van lejos de su tierra a restar un servicio gratuita y generosamente, personas que nos recuerden y rememoran gestas nobles y altruistas?

Carbellino tiene uno de estos modelos, ejemplos que no abundan y que posiblemente tarde en contar entre sus hijos, otro obispo. Es hora de que su nombre y su dedicación honren una plaza, calle o monolito. Es hora de que nuestros pueblos sean espejo de sus mejores y honren la virtud y la entrega. Los nombres de nuestros espacios públicos deben publicar y recordar a transeúntes, que hubo entre otras muchas, una persona nacida y educada aquí, buena, cualificada, obispo de la Iglesia católica, se fue lejos, no para hacer fortuna económica o conquistar territorios, sino a ser un maestro de la fe y un ejemplo de vivir en cristiano. Y ese es Francisco Simón. Recordar el paso por este mundo de personas tan ejemplares y buenas honra a quienes les proponen y ejemplarizan a todos los que se detienen y se informan quién es ese o ha sido, cuyo nombre está expuesto a lectura pública. Y no pocos exclamarán, tuvo y tiene mérito.