En estos momentos, sería difícil encontrar una persona, especialmente instalada en el mundo occidental, que no supiera el significado del virus que nos está atacando, o más especialmente del COVID-19. Todos disponemos de un conocimiento, en ocasiones amplio, fundamentalmente por las consecuencias de su presencia, violenta, agresiva y mortal, en la lucha contra el género humano.

Sabemos que nació en China, que se ha discutido este nacimiento, que un grupo de expertos destacados, de la O.M.S. se ha desplazada a China para tratar de entender mejor su nacimiento, que llegó lentamente a todos los países del mundo, que su ataque ha sido desigual de acuerdo con sus mutaciones, y que persiste en su lucha en el momento actual.

Todos también sabemos que el contagio es especialmente respiratorio, o por las vías aéreas, y que por ello es vital, si le queremos evitar, la utilización de mascarillas, y el respeto a las distancias, amén de evitar la convivencia en lugares cerrados, con familiares, amigos o conocidos no convivientes.

Sabemos que la lucha planteada es desigual, no se le ve, no da la cara, puede situarse en cualquier lugar, se mueve libremente por cualquier rincón, de aquí que el cuidado, las precauciones han de ser máximas, porque el contagio es fácil e imprevisible.

Sabemos de brotes surgidos en ascensores, en el puesto de trabajo, en unidades familiares, en movimiento de poblaciones, en grupos de convivencia espacial, y de forma singular en las residencias de tercera edad, personas que por sus limitaciones, conviven de forma cercana, disponen de cuidados limitados e higiene mejorable.

La enfermedad todos la hemos vivido de cerca por las televisiones, gran presión en las diferente áreas de urgencias de los hospitales, por la búsqueda de camas que escasean, y de forma especial la ocupación de las UCIS, llegando de forma regular a incrementar el número de las mismas en todos los hospitales, en un porcentaje que siempre va a ser mayor del 50% de las actuales.

Nadie está ni ha estado encarcelado a causa de la pandemia, todos, o la mayoría, hemos tratado de evitar los contagios, ejerciendo un comportamiento responsable

Y todo esto, que supone una sobrecarga de trabajo para el personal sanitario, éste la ha de resolver, con el ejercicio continuado de su esfuerzo, sin descanso en días, no librando guardias, dejándose la vida física por el esfuerzo permanente, y la emocional por el dolor de las despedidas finales, en ausencia de familiares que faciliten ese tránsito que ellos viven en primera persona.

Cuánto dolor, cuanta pena, cuanta tristeza, qué situación tan sumamente incapacitante en la que no se puede hacer nada, y cuánto daño causa a todas las plantillas de sanitarios, que además están en situación precaria, por contratos que se sitúan alrededor de los 2.000 euros en el mejor de los casos. Sin ver a las familias, pues alquilan pisos o se alojan en hoteles para no contagiar a su familia, esto es sacrificio, trabajo, esfuerzo, y amor por los demás.

Aún así la epidemia sigue, su recorrido no ha parado, persiste en toda su gravedad, y los efectos siguen repitiéndose diariamente, enfermedades y muerte sin parar, a lo que se suma la ruina económica, negocios de todo tipo cerrados, bares, restaurantes, comercios, distintos negocios, empresas grandes y pequeñas, crece por ello el paro, la pobreza, la miseria las colas de hambre, y personas que vivían bien, con un empleo cada cónyuge, están en la calle pidiendo o comiendo con el esfuerzo y ayuda de los padres.

Ante esta foto, cómo puede vivir una persona normal, el desmadre de mastuerzos el día de la “libertad”, libertad de qué, si todos hemos procedido responsablemente a evitar el contagio del virus, este hecho cívico exige de un comportamiento responsable, que no es de encarcelamiento, de reclusión, es de evitación de la tragedia de la propia muerte, o la de los padres, hermanos, amigos, vecinos, de tal forma, que nadie está ni ha estado encarcelado, todos, o la mayoría, hemos tratado de evitar los contagios, ejerciendo un comportamiento responsable.

Nos queda menos, el camino andado aunque triste y desgraciado, va lentamente acortándose con la presencia de las vacunas, éstas nos inmunizarán y evitarán en gran medida el sufrimiento de la enfermedad, y si ésta ocurriera aunque es raro, lo sería con menor gravedad, por esto vamos a transitar el camino que nos queda con la mayor responsabilidad posible, evitando sufrimiento fruto de las hospitalizaciones y muertes, amén de prolongar la desgracia en la que viven tantos y tantos trabajadores, especialmente en el área de la hostelería.

Como dijo Albert Einstein: “Dos cosas son infinitas, la estupidez humana y el universo, y no estoy seguro de lo segundo”.

(*) Psiquiatra