Año tras año por estas fechas el tema de la EBAU (EvAU en algunas CCAA) vuelve a ser noticia en todos los medios de comunicación para después caer en el olvido el resto del año, pese a ser una pieza clave en el acceso a la Universidad de nuestros futuros profesionales, además de la puerta que abre o cierra expectativas, vocaciones, frustraciones y gastos económicos en función de las famosas notas de corte de acceso a cada Facultad.

No es la primera vez que he escrito sobre este asunto, pero, aunque siempre digo que nunca más volveré a ello, la frivolidad con la que los políticos tratan, cuando no obvian, el tema, la falta de concienciación incluso entre los alumnos y familias afectados y la gravedad del mismo vuelven a convocarme para tratar este asunto, aun a riesgo de ser repetitivo, con el fin de que, al menos, se tenga cumplida información sobre su trascendencia.

Por esto quiero llamar la atención sobre tres cuestiones que se callan la más de las veces, se tergiversan, o sencillamente ni se conocen. Me refiero al valor porcentual de la EBAU en la nota final de alumno, el currículum oculto de la prueba y la elección de Facultad en la Universidad pública como distrito nacional y no comunitario.

Como estamos con las cuentas claras, lo primero que hay que decir es que es mentira que la nota de las pruebas que estos días van realizando nuestros estudiantes suponga solo el 40% de su nota final, procediendo el 60% restante de su nota de Bachillerato. Esta simplificación hace que muchos políticos quiten hierro a la disparidad de ejercicios de la EBAU entre las distintas CCAA aduciendo que tampoco hay que rasgarse las vestiduras, pues es solo un 40%, como si fuese un porcentaje baladí cuando décimas deciden qué alumno entra en una determinada Facultad.

Pero es que es mentira, porque las notas de acceso no se hacen sobre 10, en cuyo caso sería cierto ese 40%, sino sobre 14, con lo que para aquellos alumnos que optan por carreras con nota de corte más alta los exámenes de la EBAU les suponen más del 50% de su nota final. Para su comprensión cabal, el ejemplo es sencillo. Un alumno que tiene de media en Bachillerato un 10, tendría un 6 como resultado del 60%. Ahora bien, si lo quiere es optar a una carrera cuya nota de corte sea, por ejemplo, 13, le faltarían 7 puntos que tendría que obtener de los exámenes de estos días, con lo que no hay que ser muy listos para ver que para este alumno la EBAU es bastante más del cacareado 40%, porcentaje que solo sería así para quienes optasen por Facultades con nota de corte de 10 o por debajo, que no parece que sean la mayoría. Así que pongamos los números en su sitio.

Reflexionemos sobre que en la forma ecuánime o no en la que demos acceso a nuestros estudiantes a la Universidad nos jugamos no solo su futuro, sino el de la calidad de la formación universitaria de todo el país

En segundo lugar, basta con echar un vistazo al currículum de cada una de las asignaturas en las CCAA para observar que las recomendaciones que el Ministerio de Educación fija para esta prueba son entendidas según cada entendedor, a lo que hay que añadir la autonomía educativa de cada CA tanto en los contenidos como en el formato del examen en cuestión. Esto ya de por sí es un factor que debería ser tenido más en consideración por su afectación al acceso universitario. Pero es que, además, a este currículum oficial hay que añadirle el currículum oculto, algo de lo que no se quiere ni oír hablar, como si así no existiese. Los coordinadores de cada asignatura en cada una de las Universidades dan pautas a los profesores de Bachillerato de los colegios adscritos a su Universidad. Esas pautas, trasladadas de forma oral, claro, van desde matizaciones sobre cómo se formularán las preguntas a la supresión de temas o reducción del contenido de otros. Y todo ello sin que haya el más mínimo control, con lo que se ahondan las diferencias entre el esfuerzo que tienen que hacer los estudiantes en un distrito universitario u otro y con ello la discriminación.

Todo lo anterior sería ya de por sí grave si su repercusión fuese exclusivamente en el acceso a la Universidad de la CA en la que se examina el alumno. Pero el asunto es que la Universidad pública española está concebida como distrito único, con lo que una vez que un alumno obtiene su nota puede acceder a cualquier Facultad del territorio nacional en la que le dé la nota de corte requerida, con independencia de los criterios con los que ha obtenido más del 50%, repito, de esa calificación. La concepción estatal de las Universidades amparada por la igualdad de oportunidades para todos los ciudadanos se queda en tela de juicio cuando las reglas de acceso no son iguales para todos.

En este sentido, la zamorana Asociación por un Acceso a la Universidad en Igualdad, a la que pertenezco, lleva años reclamando una rectificación de esta situación. En distintos encuentros con representantes educativos de los partidos políticos nacionales y comunitarios, Rectores, así como a través de los medios de comunicación hemos denunciado lo que nos parece una clara injusticia: las pruebas de la EBAU son profundamente desiguales y eso supone una discriminación flagrante. Por ello, hemos venido reclamando, sin ningún éxito, todo hay que decirlo, que o bien la EBAU sea con un examen único, con los mismos criterios y cuanto más objetivos mejor, para todo el territorio, o que al menos se establezca un factor corrector sobre las calificaciones para reducir la injusticia y evitar que la desigualdad en la obtención de las notas de corte facilite a unos alumnos el acceso a la Universidad de una manera más sencilla que a otros.

Respecto a lo primero, no sería descabellado pensar en un examen con el formato del MIR, pues si por ese sistema se puede seleccionar a los futuros especialistas médicos, ni más ni menos, ¿cómo no va a servir para seleccionar a quienes quieren acceder por primera vez a una Facultad? Y para quienes creen que así no se puede medir la madurez de un alumno preuniversitario, los exámenes actuales, con su formato decimonónico, tampoco. Es más, la pandemia y la aplicación de las tecnologías a la evaluación nos han dado cumplida cuenta de que, si se quiere, es posible generar exámenes no solo objetivos, sino competenciales.

En cuanto a lo segundo, establecer un factor de corrección mediante percentiles, recordemos que es lo que se hace cuando alumnos de distintos países quieren acceder, por ejemplo, a Harvard, supone equilibrar la disparidad de curricula internacionales evitando que un determinado país, por su sistema educativo más generoso, pudiera copar el mayor número de plazas de esa Universidad.

En ambos casos, el principio de igualdad de oportunidades, si no plenamente satisfecho, al menos no seguirá siendo un mero formulismo vacío de contenido.

Reconozco que no creo que lo aquí escrito haya de servir de mucho, pero me aferro al dicho de machaca que algo queda y, sobre todo, a la invitación a políticos y medios de comunicación para que reflexionen sobre que en la forma ecuánime o no en la que demos acceso a nuestros estudiantes a la Universidad nos jugamos no solo su futuro, sino el de la calidad de la formación universitaria de todo el país.

(*) Profesor de Bachillerato