La infamia ideológica que durante siglo y medio ha inoculado en mentes y conciencias la ira, el resentimiento y el odio de clases, ha destruido la relación personal, el tú a tú dentro de la vida civil. Hoy para el ciudadano todo pasa por lo social, lo público y lo burocrático, en lo que tiene de abstracción impuesta al individuo y su libertad.

No está de más recordarlo, cuando, en un ejercicio esperpéntico y sonrojante de manipulación, se pretendió al hilo de la epidemia endiosar a un grupo de servidores públicos, dentro del ámbito sanitario. El bochorno vocinglero y paleto de todo un país aplaudiendo rítmicamente a diario y a hora fija fue algo de una vulgaridad inenarrable, si bien digno de un sanchismo cuyo único logro ha consistido, sabiendo lo que da de sí esta sociedad de PER y taberna moranca, en hacer de su desgobierno un ejercicio de burda propaganda.

Los médicos y el personal sanitario merecen el máximo respeto y consideración, exactamente igual que todos aquellos que tienen el desempeño y la condición de servidores públicos. Pero esto es lo que son, yendo lo demás en el cargo y el sueldo. Aun así, cierto es que la sociedad y la ciudadanía, tanto al personal sanitario como a educadores, agentes del orden y funcionarios en general, les deben no ya agradecimiento, que se dejará para quienes, en el tú a tú de la relación y la vida civil, han estado al frente voluntaria y libremente de sus negocios, empresas, actividades y empleos. Al servidor público se le debe re-conocimiento precisamente por su condición única, representando como representa en su labor a la sociedad misma, a lo público en su expresión mayor y mejor de entrega al bien común, que atañe a personas individuales bajo carácter de ciudadanos sin distinción. Reconocer su mérito y esfuerzo significa afirmar el valor y sentido de pertenencia a una comunidad, que con sus virtudes y defectos hace posible la convivencia.

Vaya, pues, ese reconocimiento para todos aquellos que, bajo la condición de servidores públicos, estuvieron a pie de obra o, mejor aún, del cañón, luchando contra la actual calamidad en aras del bien común.