Nos prometíamos un 2020, redondo, sin aristas, feliz, pleno de circunstancias favorables y, un bicho, al parecer viajero y con muy mala uva, convirtió el 2020 en un año con aristas cortantes, cuadriculado, infausto, pleno de dolor y de muerte, de desgracias de todo tipo y con la amenaza de otra pandemia también triste y dolorosa: la económica. España tuvo peor suerte que los países de su entorno. El tejido empresarial y el mercado laboral español afrontaron la crisis del COVID-19 con peores condiciones que el resto de las economías europeas. Sustentada por el turismo y la hostelería y compuesta mayoritariamente por pymes, con menor resistencia a las crisis, el desastre estaba asegurado como así ha sido.

La segunda edición del Anuario del Mercado de Trabajo Adecco Group Institute, es tajante en este sentido. Por segundo año consecutivo han caído el número de empresas de todos los tamaños, algo que no había ocurrido a lo largo y ancho de los veinte años anteriores. Resumo, España cerró 2020 con el menor número de empresas en al menos 15 años. Por cada empresa destruida, España perdió diez empleos. Como siempre cualquier problema de este tipo repercute en el empleo. Los trabajadores siguen siendo los eternos paganos de todas las crisis pasadas, presentes y futuras. Estamos ahora los españoles como para pensar en el año 2050, es decir, en el futuro a largo plazo, con la incertidumbre, pendiendo cual espada de Damocles, sobre el 2021 y el 2022.

Las cifras son inasumibles, casi 10 puestos de trabajo perdidos por cada empleador menos es una sangría. No es de extrañar las catastróficas cifras del paro que ni maquillándolas se pueden ocultar. A nadie se oculta que la pandemia agudizó el parque empresarial español siendo el golpe mucho mayor para las empresas de menor tamaño. Las grandes empresas resisten mucho mejor cualquier avatar crítico, ofreciendo más oportunidades laborales a sus empleados. Las pequeñas y medianas llevan todas las de perder. Así y todo, grandes empresas como los bancos, a través sobre todo de las fusiones llevadas a cabo, han puesto fuera del mercado laboral a infinidad de sus trabajadores.

Lo que pocos saben es que la destrucción de pequeñas y medianas empresas fomenta el nacimiento de nuevos autónomos que se autoemplean, con la carga de despropósitos que pesan sobre ellos. Vamos, salen de Guatemala y se meten en Guatepeor. Solo creando empleo se puede salir de este pandemónium en el que nos han metido un bicho, la falta de previsión y de gestión, la inoperancia y todo lo demás. La situación no admite parches, ni improvisaciones que a nada conducen.