También, el recién reelegido coordinador general de Eh Bildu, Arnaldo Otegui, condenado en su día por ser miembro de ETA y secuestrar a un industrial en Álava, la tiene tomada con la hostelería. Están gafados los pobres hosteleros, convertidos en objetivo de determinados sectores de la izquierda política. Lo digo con ironía porque, preso de una euforia libertaria, Otegi ha publicado un tweet en el que afirma que la “gente dio la vida para que hubiera partidos y sindicatos, no para que hubiera terrazas; ya había terrazas y se podían beber cervezas con Franco. La libertad es otra cosa....”. Desde luego, la libertad no consiste en matar, como hacia ETA, banda asesina a la que perteneció. Otegi se ha cuidado muy mucho de no hacer mención a ese capítulo de su vida en el que tuvo que cumplir condena por haber participado en el secuestro, en 1979, del director de la fábrica Michelín de Vitoria Luis Abaitúa. Mientras duró su secuestro, Otegi privó al señor Abaitúa de tomar cervezas o lo que le apeteciera en los magníficos bares alaveses. La contradicción está servida.

La gente a la que ETA arrebató la vida, luchaba también por sus derechos, por la libertad, por la democracia, por una vida mejor, cada víctima en su ámbito profesional. Solo que no podían tomarse ni una ni dos cervezas en barra o en terraza, porque no sabían dónde les descerrajarían un tiro o les pondrían una bomba lapa. Hay que recordar también a esos españoles. No sé cómo este tipo se atreve a hablar de ciertas cuestiones como la libertad y la lucha por ella. Que a estas alturas también este tipo hable de Franco demuestra que no ha evolucionado, ni él, ni los que le votan para que siga coordinando a unas siglas que despiertan más recelos que otra cosa. Que yo sepa, una vez muerto Franco la gente seguía frecuentando las terrazas y los bares, entre ellos las ‘Herriko-Tabernas’ (de auténticos tabernarios abertzales) que eran poco menos que sedes sociales de Herri Batasuna y el resto de formaciones que fueron el brazo político de ETA. En aquellas tabernas además de recoger fondos para los presos etarras, se consumía cerveza.

Otegi está desfasado y sus consideraciones también.. No logra encajar en la democracia. Le gusta pescar en río revuelto, la paz y la tranquilidad, no le van. Da la sensación, es una opinión personal, que echara de menos aquellos terribles años. Solo faltaba que la tomara con la hostelería, el sector más perjudicado. Lejos de desistir, prosigue su campaña contra las terrazas comparándolas con las del París ocupado por los nazis.