Los dirigentes políticos, como la mujer del César, no sólo tienen que ser honestos, también tienen que parecerlo. Algunos se empeñan en no serlo y ni siquiera se molestan en parecerlo. Algo así le ha pasado a Miguel Ángel Revilla, presidente de Cantabria. Este señor, que cuando aparece en un programa de televisión, de los que es habitual, da la sensación de que fuera el adalid de las virtudes y cualidades que deben adornar a todo buen político, ha pegado un patinazo que todos le han afeado, dentro y fuera de las redes sociales, y que incluso parece que le va a costar una denuncia en toda regla.

Esta vez el incidente lo ha protagonizado con los hosteleros de su tierra, ¿y van? Este sector tan duramente castigado allí y aquí, lleva semanas criticando duramente la gestión de la pandemia por parte del gobierno regionalista, en coalición con el PSOE. Un grupo de profesionales de la hostelería le ha increpado duramente acusándole de estar almorzando dentro de un restaurante, en Santander, sin cumplir las normas y los requisitos marcados por su propio Gobierno para evitar la propagación del virus que prohíbe estar dentro de los establecimientos y consumir. Le pillaron in fraganti. Y por todo rastro, dejo constancia del pedazo puro que se fumó a los postres.

Al parecer las norma impuestas por el gobierno de coalición de Revilla son para los demás. Ellos, los miembros de su gobierno, tienen bula. Solo que nada le dijeron a la población cántabra. La reunión con mesa y mantel que ha tenido Revilla en el restaurante de marras, debía ser de tal importancia que no se podía celebrar en su despacho oficial, había que hacerlo al más puro estilo español, comiendo y bebiendo, puro incluido.

La parrala ha vuelto a hacer acto de presencia, porque mientras los hosteleros dicen que sí, que incumplió las normas, el gobierno cántabro dice que no, que estaba en local permitido, guardando las normas exigidas. Qué van a decir. Los políticos españoles rara vez asumen sus faltas, sus pecados, sus irresponsabilidades. Esas cosas las cometen los demás. Ellos, ¡nunca! Los hosteleros que han levantado el índice acusador, pillaron a Revilla en el interior del establecimiento. No se hacen eco de habladurías, de comentarios, fueron ellos quienes le dieron caza.

Así no vamos a ninguna parte. Ni humildad, ni austeridad por parte de la clase dirigente. Mire, en eso me encanta nuestro subdelegado del Gobierno, Angel Blanco García, un tío campechanote y la mar de sencillo. En apariencia, Revilla también lo es, al parecer lo borda cara a la galería. Una vez metido en harina, la cosa cambia.