Mi parte madrileña me ha llevado a preguntarme qué ha podido pasar para que el PP haya sido el partido más votado en los 21 distritos de la capital del Reino (incluidos Villa y Puente de Vallecas, a pesar de las pedradas, Carabanchel, San Blas-Canillejas, Hortaleza o Villaverde) y en prácticamente todos los municipios de la comunidad incluyendo las ciudades del sur y del Corredor del Henares, tradicionales feudos de la izquierda. Puede que la respuesta esté en que la clase trabajadora de estas zonas se ha convertido en una manada de fascistas cuyo único interés es ir de cañas y berberechos como unos tabernarios cualquiera - este ha sido el análisis general de la izquierda caviar, política y mediática, con su característico complejo de superioridad moral, incluido el presidente del CIS - , puede que haya sido eso pero no parece que sea la opción más seria.

Al margen de los análisis y cábalas de esos politólogos de léxico ininteligible para cualquiera que no pertenezca a su secta, caracterizada por pisar mucha moqueta pero poco adoquín, sería conveniente pensar en que tal vez el obrero madrileño ha preferido la gestión de Ayuso a la del gobierno central, cuando la ha habido, y se ha revuelto contra el señalamiento de Madrid, que no sólo de su presidenta, como la región más desleal por sus medidas frente a la pandemia (para hablar de deslealtad cuando en las Cortes te apoyan los que han dado un golpe contra el estado constitucional en Cataluña y los que todavía no han condenado los crímenes de sus amigos del pasamontañas hay que tenerlos cuadrados). Tal vez han preferido el modelo Ayuso de combinar salud y trabajo en lugar del modelo Sánchez (y Mañueco) de cierres y restricciones apoyándose en un estado de alarma que ha servido más para pisotear derechos y libertades fundamentales que para contener el virus.

Y no sólo eso, tal vez el obrero madrileño a la hora de votar en lo que piensa es en su trabajo, el bienestar de su familia, la vacuna, la seguridad en su barrio o pueblo, la mano dura contra la delincuencia, nacional y extranjera, en que no tiene ningún problema con ser español ni con la bandera, el himno y la forma de Estado, en vez de pensar en esos temas de debate propios de un concilio tan caros para esa elite tan alejada de la realidad de la calle, temas como por ejemplo, qué sé yo, el guerracivilismo, la alerta contra el fascismo (?), el manspreading y otros ‘micromachismos’, el cisheteropatriarcado, el género fluido, el privilegio blanco, el eurocentrismo, el antiespecismo, el decolonialismo, el lenguaje inclusivo y demás glorias que han convertido a la izquierda en un elemento cada vez más alienígena para la mayoría social, pero qué sabrá el currela que solo se preocupa de las cosas de comer como un facha cualquiera.

Quién necesita ocuparse de las necesidades materiales pudiendo librar la muy progresista guerra cultural contra todo lo que huela a Occidente. Cosas de tabernarios.

Francisco Vázquez Vega