Hoy, 10 de mayo se cumple el segundo aniversario del fallecimiento de Alfredo Pérez Rubalcaba. El que fuera secretario general del PSOE, vicepresidente 1º, portavoz del Gobierno y ministro de Interior con José Luis Rodríguez Zapatero, también ministro de Educación y Ciencia y de Presidencia con Felipe González.

Pocas personas han sido tan respetadas y admiradas como Alfredo Pérez Rubalcaba. Mucho más que en el ámbito político, en el que lo fue todo o casi todo. En lo personal, en lo profesional como doctor y profesor de Química Orgánica en la Universidad Complutense de Madrid, en su capacidad de análisis, en su coherencia, en su inteligencia o en su manera de expresarse y de explicar las cosas. En las ocasiones que tuve de estar en reuniones con Alfredo cuando él hablaba se hacía el silencio.

Conocí a Alfredo Pérez Rubalcaba en 1986, cuando era secretario de Estado de Educación con José María Maravall de ministro y Felipe González Presidente del Gobierno. En ese momento yo era el secretario de Educación de las Juventudes Socialistas de Zamora, justo cuando estaba estudiando COU en el instituto Maestro Haedo.

Participó en unas jornadas sobre educación pública que habíamos organizado las Juventudes Socialistas que contó con otros ponentes zamoranos conocedores e impulsores de la educación pública como Agustín Redero, Francisco Villaverde o Eudoxio de Anta. Una de las tantas actividades que me ha enriquecido en el conocimiento, en el debate y en el análisis sobre la importancia de las políticas públicas para conseguir una sociedad más justa.

Alfredo pertenece a ese grupo de privilegiados imprescindibles en la sociedad para abordar la política, las decisiones institucionales y la gestión de los gobiernos

Rubalcaba explicaba y defendía mejor que nadie la educación pública como instrumento para garantizar la igualdad de oportunidades a través del sistema de becas, del acceso a la universidad, de la obligatoriedad de la escolarización o del incremento exponencial del presupuesto del Ministerio de Educación. Un sistema de educación justo que permitiera a todas las familias que sus hijos cursaran una carrera universitaria independiente de su origen social. Un concepto que muchos años después resume nítidamente nuestro presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cuando dice que “nadie se quede atrás”.

Al término de aquella conferencia en el Colegio Universitario de Zamora, en noviembre de 1986, compartimos el día con Alfredo Pérez Rubalcaba en una tarde de tertulia en el restaurante La Posada de la calle Benavente que guardo en mi memoria como un tesoro.

Coincidió su visita con las movilizaciones estudiantiles iniciadas en el otoño de 1986, que continuaron en el invierno y en los primeros meses de 1987, que reclamaban el cambio en la educación iniciado con las reformas de la LOE promovidas por José María Maravall y Alfredo Pérez Rubalcaba, miembros de un Gobierno del PSOE. Y en esa tarde de tertulia -en la que también participó mi gran compañero y amigo Manuel Lozano “Judax”, -que había sido unos meses antes el único secretario general de las Juventudes Socialistas de toda España que había pedido el voto en contra de la OTAN- Alfredo nos animó a las Juventudes Socialistas de Zamora a manifestarnos, a reivindicar, a participar en todas las movilizaciones porque para él lo importante era que la sociedad exigiera, reclamara y estuviera activa en las peticiones a sus gobernantes.

Este pequeño relato de hace casi 35 años me devuelve a dos momentos. La primera: la importancia de que los jóvenes se movilicen para reivindicar. La segunda: la defensa de lo público. En esta ocasión de la educación pública impulsada por gobiernos socialistas, como lo fue la sanidad pública con Ernest Lluch como ministro del ramo.

Alfredo Pérez Rubalcaba era un socialista de convicciones, de valores, de ideología y de principios y una persona fantástica, inteligente, coherente y, sobre todo, con una capacidad de comunicación difícilmente superable.

Con respeto a todos mis compañeros y compañeras del PSOE, a políticos de otras formaciones y a otras muchas personas a las que admiro, Alfredo pertenece a ese grupo de privilegiados imprescindibles en la sociedad para abordar la política, las decisiones institucionales y la gestión de los gobiernos.

Alfredo Pérez Rubalcaba vino a Zamora otras cuantas veces para participar en jornadas de debate o en mítines electorales. Y el PSOE y las Juventudes Socialistas de Zamora siempre nos sentíamos orgullosos de poder contar con un activo tan inmenso para defender nuestras ideas con tanta brillantez y sentido común.

Hoy, dos años después de su fallecimiento, quiero recordar a Alfredo y manifestar mi admiración hacia él como persona, como político y como líder ciudadano y también mi orgullo por haber tenido la suerte de llegarlo a conocer y compartir socialismo junto a él.

Gracias por tanto, compañero y amigo Alfredo Pérez Rubalcaba.