Empezamos a respirar. Que nadie tome la libertad recuperada desde hoy con la conclusión del estado de alarma como una barra libre para olvidar las precauciones y dejar de cuidarse a uno mismo y a los demás. Pero sí como una invitación a abordar otra fase de la batalla en la que el alivio de la emergencia sanitaria permite reenfocar prioridades y empezar a aplicarse con igual contundencia e intensidad en la peste económica. Lepra, cólera, viruela, tuberculosis, sida… Históricamente la humanidad ha pasado en distintas fases por vicisitudes tan devastadores como el COVID. De todas las atrocidades nacieron progresos extraordinarios: el urbanismo, la medicina, la salud pública, que mejoraron la calidad de vida. En la recta final del cataclismo, esa esperanza impulsa el rearme de la sociedad.

El triunfo es de la ciencia. Han bastado unos meses de inoculación a paso de tortuga para constatar el prodigioso efecto de las vacunas sobre la letalidad del virus. Desarrollos que en otro tiempo habrían supuesto lustros culminaron en apenas medio año. Un logro extraordinario. A pesar de las imperfecciones y riesgos inherentes a actuar con premura, hoy sí podemos afirmar que la pesadilla del coronavirus concluirá en poco tiempo: cuando lleguen dosis suficientes. Conviene para el futuro otorgar un papel preponderante a la investigación y la educación. Para abandonar los vagones de cola del desarrollo, Zamora, dentro de Castilla y León, y España, precisan superar su permanente desfase con la modernidad y su descuelgue de la vanguardia tecnológica. Sería temerario eludir ese reto porque nos dejaría todavía más indefensos ante el próximo desafío. Una enseñanza que fomente la crítica constructiva y el análisis racional, el pensamiento propio, multiplica el valor del activo más determinante del que dispone una comunidad: su capital humano.

Forzados por las circunstancias, los ciudadanos han acelerado por su cuenta procesos de cambio. La digitalización con la que ya están familiarizados debe conllevar una productividad al alza, lo que, en un círculo virtuoso de la economía, redundará a su vez en salarios crecientes, aumento del consumo, estímulo a la inversión y merma del desempleo. Este arranque del 2021 deja indicadores catastróficos, con heridas que costará cerrar. El PIB cayó el 0,5% en el país durante el primer trimestre. Desaparecieron casi 140.000 empleos y si aun así el paro menguó no fue tanto por la recuperación como por el efecto estadístico de la pérdida de población activa: muchas personas desanimadas dejan de buscar trabajo o emigran. La EPA de Zamora refleja perfectamente la debacle provincial: la tasa de actividad se sitúa por debajo del 50%, una de las más bajas del país. Entre empleados en ERTE y parados hay 15.000 familias en Zamora que viven del subsidio de desempleo.

Si no buscamos rápido un diagnóstico común sobre la situación de Zamora y un camino compartido para asentar los pilares del relanzamiento, acabaremos lamentándolo tanto como los contagios

El PIB de Zamora descendió en el año de la pandemia un 6,4%. La caída fue menor que en otras provincias. Pero tal hecho no es achacable no al vigor de su tejido productivo sino por el peso del empleo público y la menor dependencia del turismo frente a la potencia del sector primario. Y esa potencia, la agroalimentaria, en la que queda tanto por trabajar y mejorar se señala como el principal activo de la provincia. Fortalecer y modernizar ese pilar económico será determinante para que Zamora pueda encabezar la recuperación económica en el futuro inmediato.

El irrenunciable estado del bienestar se basa únicamente en la presión fiscal, amortiguada en Castilla y León con la supresión del impuesto de Sucesiones. Sin embargo, analizado en su conjunto, el pago de impuestos de los zamoranos no se corresponde en la misma medida con eficientes servicios públicos, sobre todo si los contribuyentes viven en núcleos de población rural. Anuncian otro hachazo fiscal inminente del Gobierno central, como por ejemplo el peaje de las autovías. Las infraestructuras por las que tanto peleó Zamora y aún no ha terminado de conseguir, como lo demuestra la inconclusa conexión con Portugal, nos toca pagarlas otra vez. Los mismos que pregonan la política contra la despoblación añaden barreras fiscales a la movilidad por carretera sin compensarlo por otro tipo de transporte como el reivindicado tren madrugador. Todo indica que con los gastos de la epidemia correrán los de siempre. Y solo generando prosperidad cuadrarán las cuentas.

Los que sí cometieron errores de bulto con sus miopes respuestas descoordinadas durante los días de la tragedia fueron los políticos. Hace un año proclamaron en loor de multitud una inexistente derrota del enemigo y volveremos a verlos pronto coronándose sin empacho de nuevo con los laureles de la victoria verdadera. Ni en el colofón rectifican su ceremonia de la desorganización, con una desescalada anárquica y en el alambre legal, traspasando a los jueces sus responsabilidades.

Recuperar la actividad, no solo hostelera y comercial, repensar el modelo geriátrico –muy urgente– no consiste en ignorar cualquier idea ajena y en tachar de fascistas o comunistas a los de enfrente, la rutina hacia la que degenera en su hiperbólica teatralización la dirigencia. Llegó el momento de tejer alianzas, de levantar una sociedad floreciente e integrada, igualitaria en oportunidades, e impulsar proyectos con amplio respaldo para remontar el golpe. Partimos de una base pésima: la opacidad y discrecionalidad rodean los fondos europeos, principal palanca para el salto. Italia ha acordado un plan histórico y detallado de reformas ideado por expertos y refrendado por todos los partidos. Otro tanto puede decirse de Portugal que además incluyó peticiones estratégicas como la conexión con Braganza que afecta positivamente a este lado de la frontera. España entregó a la UE un documento emanado de las oficinas del poder y sin apoyo alguno, de cuyas medidas impopulares dicen una cosa aquí y otra en Bruselas.

Un sufrimiento desconocido se propagó por el mundo y todavía persiste en muchos lugares. Estamos a un paso de la liberación. Si no buscamos rápido un diagnóstico común sobre la situación de Zamora y un camino compartido para asentar los pilares del relanzamiento, acabaremos lamentándolo tanto como los contagios.