Desde hace unas horas, ya no estamos en alarma, pero ¿quiere esto decir que ya no estamos alarmados, que ya se pasó todo? No. Y no hay más que escuchar cualquier charla para darse cuenta de que el personal no acaba de fiarse. Lógico. Sigue habiendo casos de Covid, continúa gente en las Ucis y se producen a diario muertes. Los datos han mejorado muchísimo, pero… Y a ese no fiarse contribuye, ¡y de qué manera!, el lío institucional-administrativo-jurídico y de los Grandes Expresos Europeos en que nos han metido desde anoche. Es tan difícil enterarse de la situación que casi todos los medios que he consultado incluyen en sus informaciones una guía para saber qué se puede hacer y qué no en cada autonomía. ¡Tal es el grado de incertidumbre que nos envuelve desde que acabó la alarma, se flexibilizó el toque de queda y se cambiaron algunas disposiciones! Y ahí nos tienen repasando horarios, aperturas, cierres, excepciones, normativas, cifras, etcétera. Cómo para aprobar, y con nota alta, un máster.

En estas circunstancias, no es raro que la mayoría de las conversaciones comiencen con una interrogación y el verbo “puedo”: ¿puedo salir hasta tal hora?, ¿puedo ir a Madrid, que está de moda?, ¿puedo viajar fuera de la región?, ¿puedo apoyarme en la barra para tomar un vinito? Y las contestaciones no siempre son contundentes, claras y precisas. Todavía hay mucho “depende”, especialmente si las preguntas tienen alguna relación con otra comunidad autónoma, porque, claro, ni la permisividad y las prohibiciones son uniformes, ni toques de queda y demás son iguales. Incluso, y ya es para rizar el rizo, los jueces no opinan lo mismo sobre el mismo asunto en unos lugares que en otros. Así que la gente de a pie está confusa y necesita guías, cuadernos de notas, interpretaciones y brújulas para salir a la calle.

En estas circunstancias, no es raro que la mayoría de las conversaciones comiencen con una interrogación y el verbo “puedo”

Esa misma gente, además de confusa, está esperanzada. Termina, uff, la alarma, se abre la región y ¡ya pueden venir los de Madrid! En los pueblos se ha notado bastante la ausencia de los madrileños. Antes de la pandemia, hasta 2019, más o menos con la Semana Santa solían aterrizar “los veraneantes” y se animaba el cotarro: más habitantes, más vidilla, más personal en los bares y las tiendas, meriendas, huertas, charlas, recuerdos…Las pequeñas localidades recobraban durante meses la actividad perdida durante el invierno. Ahora,- los tiempos adelantan que es una barbaridad- al aspecto sentimental y nostálgico se une, obviamente, para eso hemos progresado, el económico. Acabo de oír al alcalde de Ávila decir que el fin del confinamiento en Madrid es una gran noticia para su ciudad: podrán ir miles de madrileños a la capital abulense a pasar el día y, se supone, a comer, beber, recorrer la muralla y dejarse unos cuantos duros. Nada dijo el señor regidor sobre el hecho de que Madrid tenga más de 300 casos por cien mil habitantes y Ávila tan solo 115. Eso ya no parece importar. Lo esencial es que los de Madrid gasten en los restaurantes y comercios de la ciudad y provincia.

A Zamora vienen menos madrileños, claro. Estamos más lejos de la Cibeles que Ávila. Así y todo, se espera que la apertura le venga bien a nuestra maltrecha economía. (Además, vendrán cientos de ecologistas a defender al lobo y esos sí que se dejan un pastón, sobre todo en comer lechazo atacado por las manadas). Tampoco pondremos pegas, pese a que nuestra tasa es de 87 por cien mil y la de Madrid tres veces y media más. Y la del País Vasco, de donde proceden muchos de nuestros visitantes, se eleva a 450. De modo que brazos abiertos, esperanza (la vacunación va bien) y prudencia. El bichito sigue ahí, aunque ahora nos creamos los reyes del mambo.

Adenda 1.- Pues, no; no se acabó la pesadilla de las elecciones en Madrid. Ayuso arrasó, el PSOE se hundió y Pablo Iglesias se fue, pero sigue el sonsonete: análisis, valoraciones, y horas y horas hablando de los comicios madrileños, y páginas y más páginas sobre más de lo mismo. Insisto: ¿cuándo le tocará el turno a los problemas de esta tierra? ¿Cuándo ya no quede nadie por estos pagos?

Adenda 2.- Murió Jesús Hilario Tundidor. En 1990 fui a Madrid a hacerle una entrevista larga para este periódico. Más de dos horas deliciosas en su domicilio. Y Zamora siempre presente. Y Olmillos de Castro, donde le llegó la carta que le informaba de que le habían concedido el premio Adonais. Era un joven maestro atrapado ya por la Poesía (con mayúscula). Me regaló el libro “Construcción de la rosa” en el que figura el soneto “La tierra que más amo” dedicado a Zamora. Debería ser de obligada lectura en todas las escuelas de aquí. Los niños llevarían mucho adelantado.