Lucen crespones de luto en los fogones de Sanabria entera: ha muerto Erundina, la matriarca de La Chopera. Guardiana de recetas tradicionales, suma hacedora de platos de cuchara memorables, guisandera primorosa conocedora de los secretos de cada alimento, su cocina de toda la vida nos devolvía recuerdos de antaño, cuando los tomates sabían a huerta y no a plástico y la contundencia culinaria no se deconstruía sino que, por rotunda, se solidificaba. Dicen que la fabada asturiana sabe tan rica porque lleva cociéndose en las mismas potas desde tiempos de la Reconquista. De igual forma, los habones de La Chopera resultan inconfundibles porque cuecen al albedrío del rumor cercano del Tera, que Erundina gobernaba como mano diestra, con la maestría de quien compone en el pentagrama las notas primorosas de una sinfonía. A eso sabían los platos de Erundina, a música celestial.

Lejana de cualquier beatería, Erundina practicó con generosidad el ejercicio de las misericordias: dio de comer al hambriento, de beber al sediento y posada al peregrino.

Lucen crespones de luto en los fogones de Sanabria entera: ha muerto Erundina, la matriarca de La Chopera

Y lo hizo hasta sus últimos días, pues murió como habría deseado: en su casa, cerca del ajetreo de los fogones, rodeada de los suyos, que la lloran hoy pero que pronto deberían festejarla porque esa mujer casi diminuta dueña de un corazón enorme deja un legado innumerable que invita a la celebración en torno a la mesa. Seguramente es lo que ella querría: a enjugar las lágrimas, que hay que organizar la comanda del día.

La mujer menuda que con la ayuda de sus hijos convirtió una vieja casa de comidas en un templo de singular gastronomía, que de tan pequeña logró agigantarse desde el día primero en que sucumbió al trajín de la cocina, ya no está, pero queda su recuerdo en la memoria y en los sentidos de cientos de comensales que hicieron -hicimos- reverencias a la mayoría de sus platos, que no por ser los de siempre dejaban de eternizarse. ¿Acaso no es en ocasiones lo antiguo lo más moderno? ¿Acaso no le queda otra a esta Sanabria que envejece y se despuebla que arar el porvenir con viejos bueyes? Descanse en paz, la cocinera enorme. Ya le tocaba, nonagenaria, tomarse un descanso y dirigir la cocina desde la alacena celestial.