En la prensa del pasado 19 de abril, Juan Luis Cebrián publicó un artículo de su serie “Al hilo de los días” que titulaba “Entre el miedo y la necesidad”, en cuyo largo párrafo inicial hacía memoria del regalo que Hugo Chaves hizo a Obama en 2009. Era un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, “en un amago de establecer una relación personal que mejorara la relación entre sus dos países”. Así decía Cebrián: “[…] Después de ese gesto, el libro, una especie de Biblia para la izquierda revolucionaria latinoamericana, se convirtió en un formidable éxito de ventas cuarenta años más tarde de haberse publicado. No obstante su autor, Eduardo Galeano, sin llegar a renegar del pasado, confesó que era un texto que él mismo no volvería a leer so peligro de desmayarse, ya que lo escribió en una época cuando sus conocimientos sobre economía y política no eran muy amplios. En la década de los ochenta Galeano, junto con Onetti y Benedetti, se convirtió en un referente del exilio intelectual uruguayo en nuestro país. Su literatura se volvió con el tiempo más reposada e irónica, más interesante y bella también […]”.

Pedaleaba en la estática y recordé la lectura de ese libro hace unos años entre Zamora y Barcelona; fue el tiempo del verano de 2015 en que perdimos a Pepe G. Hierro. Estábamos en Zamora y viajamos días más tarde para acompañar a Petri Molinero (zamorana en San Quirze) y a los suyos en una tarde de consuelo también para nosotros. Compré el libro en Molins y lo inicié, ya regresados a Zamora, en los últimos días de agosto. Recuerdo comentarlo con Joaquín Rodiño (uruguayo -como Galeano― que me procura los cafés en el Sanjosé de la avenida de Galicia) y me respondió casi con un pescozón: “Hace tiempo que deberías haber leído a Galeano”. Entre mis notas encuentro ahora frases tomadas del libro como ésta que sigue:

“En marzo del 76, los generales argentinos volvieron al poder: el gobierno de la viuda de Juan Domingo Perón, convertido en un pudridero, se desplomó sin pena ni gloria”.

A la que yo añadía este comentario:

Siempre he tenido un cierto resquemor por la respuesta que entonces le di a un amigo hispano-argentino cuando me comentó la noticia: “¡Ya era hora!”, le dije pensando sólo en el desastre (el pudridero, que escribió Galeano) del gobierno de Estela Perón (Isabelita) y José López Rega (el Brujo, fundador de la Triple A entre otros “méritos”»), sin yo imaginar lo que vendría después con el triunvirato militar, primero, y luego Videla a la cabeza: asesinatos, desapariciones, torturas, robo de niños… ¡Dios! Por eso siempre he tenido en mi cabeza ―arrepentido― aquel error de responder sin reflexión.

Estos recuerdos llegan en días como el de hoy, por cualquier motivo, por cualquier causa menor. Es el deseo de recuperar la vida

Apunta también Galeano esta frase que Rodolfo Walsh escribió como denuncia en una carta abierta:

“Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra desnuda de ese terror”.

Cuenta Eduardo Galeano que el mismo 29 de marzo de 1977 en que la carta fue enviada a los tres jefes de la junta de Gobierno, Rodolfo Walsh fue secuestrado y desapareció.

Cuando me bajé de la estática, tomé el libro de la estantería y busqué estas notas de aquel 2015, y también el recuerdo del préstamo que Joaquín me hizo tiempo después de un ejemplar de Patas arriba, que alguien en EE. UU. le regaló y dedicó con mucho cariño (encarecidamente me pidió que no lo extraviara porque era un libro muy especial para él. Y lo era, realmente, por lo que se leía en la dedicatoria). Leí también poco después Amares; un libro de relatos cortos de historias de la Historia seleccionados y comentados a su modo, tan irónico, que compré en la librería de Núñez (Octubre, se llama ahora). Y al final de verano de 2018, Joaquín volvió a la carga con otro préstamo: Bocas del tiempo, en el que Galeano nos entrega una colección de reflexiones y relatos cortos, casi todos de menos de una página y que disfruté de veras.

Estos recuerdos llegan en días como el de hoy, por cualquier motivo, por cualquier causa menor. Es el deseo de recuperar la vida. No sé si la vacuna lo hará posible. Quiero creer que si…