Mañana miércoles día 5 de mayo se cumplen 76 años de la liberación del campo de exterminio de Mauthausen, que fue precedida por la intervención de los propios presos que habían tomado el mando tras la huida de los nazis, días antes de la llegada del ejército americano. Entre estos presos se encontraban un buen número de españoles que consiguieron sobrevivir hasta el día de la liberación, españoles que se habían visto obligados a salir de su país tras el triunfo del golpe de Estado contra el Gobierno democrático de la República y la consiguiente Guerra Civil.

En 1940, cuando se produce la ocupación de Francia por el ejército alemán, de los españoles refugiados en ese país, 30.000 fueron trasladados por los nazis a Alemania, donde la mitad acabaron siendo enviados a los campos de prisioneros de guerra y posteriormente deportados a campos de concentración, sobre todo a Mauthausen, Dachau y otros. Los otros 15.000 fueron obligados a servir en unidades de trabajos forzados.

En concreto, al campo de Mauthausen fueron trasladados entre 7.000 y 9.000 españoles, el tercer grupo más numeroso tras los rusos y polacos, y de ese número solo consiguieron sobrevivir unos 2.000. Este campo, el peor de la Alemania nazi, ubicado en Austria al lado de unas canteras de granito, había sido concebido desde el principio como un campo de exterminio, constituido por un sistema amplio de subcampos dedicados directamente a aniquilar a los presos o realizar trabajos forzados en unas condiciones de vida extremas, tanto sanitarias como de alimentación, y sometidos a la violencia continua de nada menos que 15.000 agentes de las SS, la unidad paramilitar del partido Nazi, y sus ayudantes reclutados entre los mismos prisioneros. Entre aquellos presos cuyas tristes vidas acabaron en los campos de exterminio nazis se encontraban veintitrés zamoranos, de ellos veinte en Mauthausen, dos en Dachau y uno en Neuengamme – Hamburgo. Solo nueve consiguieron sobrevivir al holocausto.

El exterminio sistemático, apoyado en una organizada burocracia puesta al servicio de la muerte de judíos, opositores políticos, minorías étnicas como los gitanos, homosexuales y otras personas menospreciadas por aquel Gobierno nacionalsocialista, constituye una parte de la historia alemana que ha marcado fuertemente las vidas de la generación que convivió con ese régimen de terror y a nuestra propia generación.

El hecho de ser alemán y que las circunstancias de la vida me hayan traído a vivir a Zamora y a formar parte del Ayuntamiento de la ciudad, junto a la coincidencia de conocer la existencia de estos zamoranos deportados a los campos de concentración, gracias al trabajo del Foro por la Memoria de Zamora y del Centro Isaac Campantón de Zamora, me ha empujado a apoyar la organización de este memorial en nuestra ciudad.

La elección del lugar pretende enfrentarse críticamente con el pasado, pero manteniendo el nombre de la plaza como un lugar de memoria, integrando en ella los nombres de las víctimas de los regímenes fascistas

Los adoquines que este Ayuntamiento va a instalar en Zamora y que llevan impreso en latón el nombre y algunos datos biográficos de los deportados, es una idea original del artista alemán Gunter Demnig, quien lleva ya varios años realizando estas instalaciones en ciudades de toda Europa y América latina, para restaurar la memoria de los ciudadanos que padecieron persecución o violencia por razones políticas, ideológicas, raciales o de otro carácter durante ese período ominoso de la historia de Europa.

Tras contactar con la Fundación Spuren, huellas en español, el Ayuntamiento de Zamora decidió llevar a cabo en la plaza de Alemania de la ciudad, este memorial agrupando los nombres de los veintitrés zamoranos deportados, de los cuales tres eran nacidos en la ciudad y el resto en pueblos de la provincia. La plaza de Alemania recibió este nombre el 11 de enero de 1937 por parte de la corporación municipal, dado que la ciudad se encontraba entonces en la llamada zona nacional tomada por el ejército de los sublevados con Franco a la cabeza, cuya afinidad ideológica con la Alemania de Hitler era notoria.

La elección del lugar pretende enfrentarse críticamente con el pasado, pero manteniendo el nombre de la plaza como un lugar de memoria, integrando en ella los nombres de las víctimas de los regímenes fascistas. Se crea así otro espacio en la ciudad dedicado a la reflexión sobre nuestra historia común, local y universal.

De este modo, se quiere recordar a todas las víctimas de la represión fascista, simbolizadas en este lugar a través de la identidad de esas veintitrés personas deportadas a los campos de exterminio, zamoranos que un día salieron de su ciudad y de los pueblos de la provincia, donde habían luchado por una vida mejor, que tras sobrevivir a toda clase de penalidades se vieron abocados a un final tan terrible.

Los datos de los prisioneros eran documentados con minuciosidad al ingresar en los campos, a excepción de los seleccionados para morir inmediatamente en las cámaras de gas, pero gran parte de esa información fue destruida intencionadamente cuando se vio perdida la guerra. La valentía de algunos compañeros presos, entre ellos varios españoles, que escondieron las fichas y fotografías de los deportados, y el testimonio de los supervivientes, ha permitido documentar en parte y recuperar nombres, así como reconstruir el procedimiento del horror de aquellos centros de exterminio.

A pesar de la amargura y el rechazo que provoca en todos nosotros el recuerdo de aquellos crímenes de una escala inimaginable, sabemos que es necesario conocer en profundidad su origen y recordar la responsabilidad de quienes los permitieron y normalizaron, con el silencio cómplice de una gran parte de la sociedad.

Y al mismo tiempo es nuestra responsabilidad hoy hacer pública la identidad de cada una de las veintitrés personas de las que tenemos noticia que pasaron por esos terribles lugares. Dignificar su memoria es una forma de hacerles justicia y reparar el olvido en el que sus vidas han permanecido durante tantos años. También aprender de su historia es la mejor forma de restituirles la dignidad.

(*) Concejal de Turismo del Ayuntamiento de Zamora