Cuando uno de nuestros más grandes poetas, Antonio Machado, escribió su horrendo soneto “A Líster, jefe en los ejércitos del Ebro”, que concluye con los versos “Si mi pluma valiera tu pistola / de capitán, contento moriría”, demostró que hasta el mejor maestro hace un borrón y que dejarse llevar en exceso por la emoción y el momento políticos contraviene las más básicas normas del raciocinio y la inteligencia.

Que a estas alturas de la historia, bien adentrados ya en el siglo XXI pueda servir como lema central de campaña electoral en Madrid el de “comunismo o libertad” y que no sólo sea exitoso sino que defina perfectamente cuál es la dicotomía en lid, no es más atrozmente sorprendente que la circunstancia de que de seis partidos políticos que concurren a las urnas con posibilidades de obtener representación, un tercio asuma el ideario comunista sin bochorno ni vergüenza y que el tercero de los de la izquierda se aproxime, por imperativo monclovita, al desastre electoral tras abandonar las posiciones moderadas de la socialdemocracia y dejarse arrastrar a la trinchera de un enfrentamiento ideológico que socialmente estaba más que superado antes de que llegaran Zapatero, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez.

El eje del debate político democrático se sitúa entre posiciones de mayor o menor libertad individual y de la sociedad civil o mayor o menor intervencionismo del Estado. En ese marco se propugna, debate y discrepa. Liberalismo frente a socialdemocracia, con distintas modulaciones que se dirimen en las urnas en el seno del constitucionalismo. El eje de la lucha por la democracia o por su desmantelamiento se encuentra ubicado, sin embargo, entre la libertad y el totalitarismo. Y es bien sabido que el totalitarismo, sea éste comunista, fascista o nacionalsocialista solo se puede imponer -y mantener- por la fuerza, la opresión y la violencia, condimentados siempre por un rancio culto al líder, haga este lo que haga en cada momento y por mucho fraude ideológico que represente.

Ayuso triunfará en Madrid porque en una situación de crisis sanitaria, económica y política como la presente ha plantado cara a la pandemia y a la demagogia liberticida, con equipo, gestión, sentido común y valentía. La gente quiere vivir y trabajar en paz y libertad. La suma de las potencialidades individuales aporta mejores resultados que la cabeza, privilegiada o no, de unos cuantos empeñados en embridar nuestra libertad y atarla a una unidad de destino en lo universal. Y Ayuso no ha caído en la provocación y el engaño de quienes llaman a las cosas por el nombre contrario al que les corresponde.

Cuando el grupo mayoritario de la oposición en el Ayuntamiento de Zamora abandona el pleno municipal porque quienes se reconocen comunistas los insultan llamándolos lo que no son: franquistas, aciertan al dar notoriedad pero se equivocan al no plantar cara con la palabra, que es lo mejor que se puede hacer frente al despotismo. Cuando los comunistas de Iglesias -escoltas incluidos- agreden a pedradas a los representantes de Vox que celebran un democrático mitin en Vallecas demuestran que Machado erró y que siempre la palabra vale más que la pistola, la piedra o el insulto.

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