Duermo mal. Descanso poco. No aciguo. En cuanto cierro los ojos se me aparecen Ayuso, Gabilondo, Mónica García, Iglesias, Monasterio y Edmundo Bal rodeados de cientos de periodistas, cámaras, micros, tertulianos, analistas, politólogos, asesores, meritorios, trepas, lameculos, tiralevitas, fans enfervorecidos, contrarios gritones, carteles, posters, urnas…Un suplicio. Medio en vigilia, medio en sueños, logró preguntarme a mí mismo: “¿Que leches hacen todos estos en mi casa, si yo vivo en un pueblo de Zamora y el 4 de mayo no tengo que ir a votar? Y, la verdad, no sé que responderme.

Me levanto y, para despejarme un poco, pongo la radio, no importa que emisora. ¡Patapum está hablando Ayuso! Muevo el dial. ¡Zas, sale Gabilondo! Enchufo la tele. ¡Y allí están reproduciendo la bronca entre Monasterio e Iglesias! Ojeo el móvil. Y, ¡válgame Dios, lo primero que aparece son noticias sobre la campaña de Bal y un mitin de García! Y después, encuestas, declaraciones de los mismos, elucubraciones sobre posibles pactos, personajes destacados hablando sobre su intención de voto, sobre su visión de Madrid, sobre su vida y milagros en la capital de España, sobre su futuro si ganan unos u otros.

Me vuelvo a la cama con la cabeza confusa y el alma un tanto revuelta. Y vuelvo a repetirme eso de “si yo el martes no voto, si este lío tenía que ser cosa de los madrileños y solo de ellos”. Pero nada, da igual. Baja Ayuso de los cielos y me insinúa: “Vente a Madrid, que aquí no te encontrarás con tu ex”. Todavía anonadado, acierto a contestarle: “Yo no tengo ex”. “Bueno, pues te tomas unas cañas en una terraza, unas cañas a la madrileña”, me replica guiñándome un ojo. “¿Y por qué no unos vinos?, es que yo soy de tierra de grandes vinos y me gustan más que la cerveza por muy madrileña que sea”, le digo algo enfadado. “Ah, también tenemos excelentes vinos, vinos a la madrileña y según me cuenta MAR, que es de Valladolid, los tenemos de varios colores, colores a la madrileña, claro”, me explica. Cuando quiero saber más datos de las cañas a la madrileña y demás grandes hallazgos lingüísticos y de los otros de doña Isabel, la visión desaparece.

“¡Que yo no voto, que yo estoy en Castilla y León y aquí no hay elecciones!” Como quien oye llover. Ellos siguen todos los días a lo suyo

Respiro hondo, me doy media vuelta en la piltra, me arrebujo en las sábanas térmicas y me tranquilizo. Dura poco la paz. Enseguida surge el moño de Pablo Iglesias pidiéndome el voto para frenar al fascismo. Cuando va a seguir con su mitin, brota Rocío Monasterio que le tapa la boca con una foto de Maduro y otra del Che Guevara. Y luego las sombras me traen a Mónica García arremetiendo contra doña Rocío y a Edmundo Bal, con traje de árbitro, poniéndose en medio de ambas y a Gabilondo, vestido de catedrático, disertando sobre la concordia, la educación y el respeto. Más tarde, todos se ponen a discutir. Y en aquella batahola de gritos y broncas, nadie escucha lo que yo trato de decirles: “¡Que yo no voto, que yo estoy en Castilla y León y aquí no hay elecciones!” Como quien oye llover. Ellos siguen a lo suyo apoyados por periodistas y directores de medios de comunicación que insisten en la importancia de los comicios madrileños, en que son casi unas primarias e, incluso, un plebiscito, que se ventila el futuro de Arrimadas, de Casado, de Iglesias, de Pedro Sánchez y hasta de Biden, la ONU y el conflicto turco-chipriota. Y si esta gente, tan lista, tan preparada, tan desprendida, lo dice, por algo será. Así que me tapo la cabeza y mañana será otro día… si es posible.

Me levanto esguardamillao y lleno de dudas. ¿Seré un tolas que todavía no se ha dado cuenta de que lo de Madrid va a afectarme hasta cambiar mi vida y la de los míos?; mande quien mande en la Puerta del Sol a partir del 5 de mayo, ¿mejorarán las carreteras de mi comarca y mi provincia?, ¿habrá precios justos para los labradores y ganaderos?, ¿se tomarán medidas serias contra la despoblación?, ¿se destinará más dinero y personal para la Sanidad, la Educación, los Servicios Sociales? ¡Ah, que todo esto no se ventila en las elecciones de Madrid, que no hay que confundir churras con merinas! Entonces, ¿para qué llevamos aguantando semanas, meses, con la precampaña, la campaña y lo que te rondaré, morena, de Ayuso, Gabilondo y demás? Por mucho que Madrid sea España y España, Madrid, ¿es justa esa diferencia, lo de allí, a todas horas; lo de aquí, ni se menciona?

Y lo que nos espera. Hoy, 2 de mayo, fiesta de Madrid, discursos, imágenes, más leña. Y el martes, votación. Y el miércoles, especulaciones, valoraciones, pactos. Ingenuo de mí: pensé que ya se acababa la pesadilla, pero ahora me temo que, a este paso, no tendrá fin. Me voy a la ducha. A ver si, bajo el agua, no me atacan los candidatos.