Cada vez que se anuncia borrasca de agua o directamente llueve, me echo a temblar. Y no por temor a posibles goteras, tiemblo de miedo ante lo que nos cuentan los investigadores en distintos estudios que han visto la luz para alertarnos del peligro grave que corremos. Investigadores estadounidenses han detectado la presencia de una cantidad alarmante de plástico en las gotas de lluvia. Han calculado que cada año caen en el país unas mil toneladas de este material mezcladas con el agua de las precipitaciones. Es decir, una cantidad equivalente a 120 millones de botellas.

Que nadie piense que Estados Unidos tiene el monopolio del problema. Lo tenemos todos los países, hasta el punto de que el 80% de la basura de los océanos es plástico. No creo que el químico belga-americano, Leo Baekeland, creador en 1907 de la baquelita, el primer plástico fabricado en serie realmente sintético, fuera consciente de lo que llegaría a suceder con el paso de los años. Nos estamos envenenando a nosotros mismos y estamos envenenando el medio ambiente, hasta el punto de que el invento de Baekeland representa el 95% de los residuos que flotan en el Mediterráneo, un mar que contiene entre el 20% y el 54% de las partículas de microplásticos del planeta. Estas fibras de menos de 5 mm de diámetro que son ingeridas por los humanos a través de la alimentación y cuya toxicidad está en estudio, suponen un problema medioambiental a nivel mundial.

Solo en Estados Unidos y según cálculos científicos cada año caen en el país unas mil toneladas de este material mezcladas con el agua de las precipitaciones. Una cantidad equivalente a 120 millones de botellas de ese material ahora maldito. Ya ni el agua de lluvia, utilizada en el pasado por muchas mujeres para la belleza de la piel, puede tener un uso útil ni en cosmética.

El agua y el polvo no son lo único que descargan las nubes cuando se ponen lloronas. Los elementos se alían para propagar el plástico hasta el punto de que la lluvia, la nieve y el viento pueden transportar el microplástico a miles de kilómetros por lo que cada vez está más presente en la tierra, en el mar y en el aire. Los microplásticos llegan al océano a través de las aguas residuales y contaminan incluso las zonas más profundas. Lo grave es que los investigadores esperan que la situación empeore.

El plástico engulle las costas del mundo y nosotros tan frescos como si el problema fuera de los extraterrestres. La lluvia es su mejor medio de transporte, así que, ojito, cuando anuncian lluvias.