Bendita, sí, y generosa, muy generosa, la donación hecha por la Fundación Alimerka a Cáritas Diocesana. 31.500 euros es una buena cifra. Las necesidades son muchas y las ayudas pocas. Eso lo sabe bien Antonio Martín de Lera, Delegado Diocesano de Cáritas. Dato que tampoco se le escapa a Antonio Blanco Prieto, director General de la Fundación Alimerka. Me parece extraordinaria y digna de encomio la labor que esta Fundación viene desarrollando en Zamora con distintas organizaciones. De su generosidad hablan los hechos, las cifras contantes y sonantes.

No obstante estoy en la obligación de apuntar un hecho que no pasa desapercibido a cuantos le conocemos. El alma de la Fundación asturiana es, sin temor a equivocarme, Antonio Blanco Prieto. Este doctor en Psicología Social y profesor en la Universidad de Oviedo, autor, entre otras publicaciones de “Las claves de la motivación”, “Atención al cliente” o “Trabajadores competentes”, es un enamorado de Zamora, de su manta zamorana, de sus vinos, de su gastronomía, de su paisaje, de sus tradiciones y costumbres, hasta el punto de convertirse en nuestro embajador, allá por donde va, especialmente en Asturias.

Antonio Blanco Prieto es también querido y respetado por su participación en diferentes foros sobre mecenazgo y acción social, en los que derrocha sabiduría. Ha participado en el foro de opinión y debate de nuestro periódico y siempre que su agenda se lo permite, bien como responsable de la Fundación Alimerka, bien a título personal, son su encantadora esposa, se da una vuelta por la Zamora urbana y por la rural, para empaparse de todo aquello que tanto le gusta de nuestra tierra y de sus gentes.

Antonio es consciente de los estragos que ha hecho la pandemia, de los problemas de todo tipo, económicos, sociales y de exclusión que afectan a Zamora y a cientos de familias zamoranas y se ha volcado con esta importante ayuda que permitirá un respiro a Cáritas, desbordada en los últimos tiempos, por el creciente número de personas en busca de ayuda. Personas que, hace unos meses, no podían ni pensar que llegarían a encontrarse en semejante situación. El número de pobres con corbata se ha incrementado notablemente en nuestra ciudad. El comedor social de Cáritas ayuda a paliar el zarpazo del hambre que deja unas cicatrices tremendas.

Me gusta que, los dos Antonios, hayan tenido en cuenta la necesidad de asegurar menús equilibrados y saludables para los usuarios. Ese es un campo de batalla a tener en cuenta también en los comedores escolares. Apueste lo que quiera a que los menús de Cáritas, gracias a esta bendita donación, garantizan la necesaria calidad nutricional.