Desde la elección de Donald Trump en 2016 como presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, la violencia política ha alcanzado un grado de cinismo que se hace comparable a la violencia de los tiempos más crueles ocurridos durante el pasado siglo XX. Uno de los fenómenos que han surgido en España es la irrupción de Vox en la política. Según los análisis, que hacen algunos politólogos, ni en Andalucía hay 400.000 fascistas, que es el número de votos que obtuvieron en las últimas elecciones, ni en el resto del País hay tantos extremistas de derechas como dan las encuestas.

Es evidente que se trata de un comportamiento extremo de rechazo a una política que viene de los programas implementados por el expresidente Rajoy para salir de la crisis de 2008, durante los seis años de su Gobierno distribuyó tan mal la riqueza que originó la irrupción en la política nacional de toda clase de extremistas que en vez de apoyar a los partidos políticos con programas sociales, les votan a los más brutos.

Me he decidido a escribir esta columna cuando están en el momento más álgido los comentarios, a favor unos, en contra otros, de lo que acaba de suceder en Vallecas en un mitin de Vox. Se supone, que este partido político se presenta a las elecciones autonómicas en Madrid para solucionar los problemas de los madrileños y que debería hablar de los temas que inciden directamente en su vida. Si entre los insultos “disparados” durante el mitin y las explicaciones que han dado posteriormente los dirigentes del partido encuentran alguna propuesta política, díganmelo, rectificaré con mucho gusto. Yo lo que he escuchado son explicaciones emocionales, psicopatológicas parecidas a los métodos de programas de alienación y profanación de la libertad.

Para los seguidores de estos partidos políticos todo lo que hagan los gobiernos está mal organizado, crean una especie de operador técnico que sabe que al grupo se le puede manipular con una sonrisa

Hace unos años por razón del cargo que tenía en el Cuerpo de la Guardia Civil, casi a diario tenía que enfrentarme a hechos violentos con origen y finalidades diferentes, entre ellos, los creados en el campo político, porque este se presentaba ante los ciudadanos de una forma sutil. La violencia engendrada era considerada necesaria en un sistema de gobierno dominado por la virtud, que para ellos no existía. La virtud que hace una distinción entre los buenos y los malos ciudadanos y a estos hay que tratarlos con el máximo rigor. Uno de los aspectos que más llamaba mi atención era, que no había primero violencia y después una explicación razonable por parte de los organizadores de justificación de la misma, la violencia era una situación creada en beneficio del pueblo, y eso era la democracia.

Otro aspecto al que intentaba encontrar alguna explicación era el autoritarismo por encima del nivel intelectual que se le suponía a los creadores de semejantes situaciones, me resultaba incomprensible que tipos tan cuadriculados, encajonados en ideas preconcebidas y polemistas, cuya idea era aplastar al adversario político fuera seguido por las masas en el sentido literal de Ortega y Gasset.

El abuso del lenguaje de los extremistas de Vox como el “Marcht Propaganda” de Goebbels actúa sobre los sentimientos elementales (odio, miedo, rechazo) y crea ciertos reflejos condicionados que encuentran apoyo en la cúpula del partido. Nunca admitirán ser culpables de haber propiciado las condiciones de hechos violentos, el culpable será siempre un personaje relevante de la vida política que no los ha defendido de la turba. Aunque sabe que su acción no es legítima pero está legitimada por la inacción de una autoridad superior incompetente y perezosa. Por consiguiente empujar a las masas a la violencia es amarrarlos por un vínculo casi indestructible de asegurar la libertad. Para los seguidores de estos partidos políticos todo lo que hagan los gobiernos está mal organizado, crean una especie de operador técnico que sabe que al grupo se le puede manipular con una sonrisa y, que, llegado el momento, tendría la oportunidad de “partirle los morros” al adversario.

No se trata de un juego. Es mucho más que una doble cara. La cara que aparece también en la “Manada de Sabadell”; en la de “San Fermín de Pamplona”; en el “Caso Navenca” y….

Tenemos mucha tarea por delante.