Con esta bulería de Rocío Jurado despedí a nuestra madre que falleció el 13 de abril de 2020, fue el único guiño que pude darle en ese momento tan desolador, extraño, surrealista… no fue una despedida, no había nadie con quien llorar y abrazarse, ni familia, ni amigos, ni vecinos de toda la vida, no había palabras, ni recuerdos y anécdotas, solo un silencio aterrador. La funeraria, un cura, el enterrador, tu yerno y yo. 87 años de vida y 4 minutos 19 segundos de una canción, para decirte adiós.

Francisca Pinilla Guisado, era la séptima de diez hermanos de una generación que vivió muchas penurias, sin embargo nunca les faltaron la alegría y el flamenco de compañía. Viuda a los 60 años de Marcelino “Cangrejo” “el legionario”, el amor de su vida. Francisca ingresó en octubre de 2010 en un centro de día para mayores por un diagnóstico de demencia senil, al año siguiente ocupó una plaza de residente.

Fue una mujer valiente, trabajadora, vitalista, alegre y cariñosa. No tuvo la oportunidad de estudiar pero era avispada y tenía mucha inteligencia emocional. Con una mentalidad adelantada a su tiempo, conectaba con las generaciones más jóvenes, era tolerante y no juzgaba a nadie. Hizo de la resiliencia su bandera, capaz de crecerse ante la adversidad y ver siempre las oportunidades. Madre de cuatro hijas, siempre nos recordaba que con educación podíamos viajar por todo el mundo y que las mujeres teníamos que ser independientes en todos los sentidos.

Nuestra madre ha dejado una huella imborrable y aunque el dolor todavía pesa demasiado, un año después hay que empezar a encontrar la calma. Debemos recordar las lecciones aprendidas para que no se vuelvan a repetir. Hoy escribo este alegato para hacer un homenaje a mi madre y a todas aquellas personas que han muerto en residencias, a sus familiares y a los supervivientes que sufrieron y sufren daños colaterales: miedo, aislamiento, soledad de sus seres queridos, incomunicación, negligencias médicas, faltas de medios, silencio, falta de transparencia, omisión del auxilio, mentiras y falsedad documental.

Hay que llamar a las cosas por su nombre, las calles se han llenado de aplausos y de sirenas, solidaridad porque la pandemia ha sacado lo mejor de las personas y también lo peor. No son contados los casos de personal sanitario que se ha negado a cumplir con sus obligaciones laborales no asistiendo a las residencias de ancianos, demostrando su falta de profesionalidad, falta de ética, falta de empatía y humanidad con los afectados y sus familias. Sobrecargando al resto de personal sanitario que ha estado al pie del cañón y ha doblado turnos. Es cierto que lo sucedido ha sido inesperado, no estábamos preparados y nos ha sobrepasado…Sin embargo, es hora de seguir contando que la gestión de las residencias ha sido desastrosa, los equipos de gerencia y dirección incompetentes, que el personal ya era insuficiente y en esta ocasión no han contado con los medios necesarios para hacer su trabajo y que por miedo a perder el sueldo que sustenta a sus familias se han visto obligados a mantener en silencio hechos que no van a desaparecer de su mente jamás.

Todavía hoy me pregunto ¿si hubieran sido guarderías, hubiera sucedido lo mismo?. La situación de Zamora y la provincia no era la misma que en Madrid pero nos servían las mismas excusas. Han sido pocas las inspecciones y las que ha habido, no han sido transparentes. Porque lo que no se ha hecho bien, no se puede contar por ninguna de las partes.

Cuántas veces he escuchado, ¿cuántos años tenía tu madre? Bueno ya era mayor, como si la edad fuera la explicación, solución y consuelo. Mi madre quería vivir, en cierta ocasión un médico me dijo: por lo visto su madre quiere vivir y su corazón todavía se lo permite, es increíble su fortaleza y cómo se agarra a la vida.

Todo el mundo tiene derecho a la vida y a una muerte digna, sería conveniente que fuéramos pensando en la muerte y decidamos cómo queremos que sea la parte que está en nuestras manos. Hoy todos saben aconsejar sobre la muerte y el duelo, increíble lo necios que somos. Mientras recibía consuelo de otros, ellos temían ser los siguientes. Creía que estaba preparada, pero la muerte nos busca, te encuentra y sorprende de forma inesperada.

Para todas las familias que han sentido impotencia y no han sabido qué hacer, a dónde dirigirse. Hoy cuento mi experiencia por si sirve a alguien, escribí un diario detallado con todo lo que sucedía, dicen que la información es poder, el tiempo dirá.

No tengáis miedo a compartir vuestra experiencia con otras familias, hablad, desahogaros, solo alguien que ha pasado lo mismo puede entenderte. No dudéis en solicitar atención psicológica, el dolor tiene que salir, no desaparece, se aprende a vivir con él y el paso del tiempo hace lo demás. Hablad de vuestros familiares, recordarles.

Quienes tenéis a vuestros padres todavía, no perdáis el tiempo, visitadles, disfrutadles porque mañana es hoy. No lo dejéis para el día del entierro, igual no podéis asistir.

Si pensara hoy qué despedida hubiera tenido con mi madre aquel día 11 de marzo, no sería distinta. Sin dramas, como siempre, pasamos una buena tarde, hicimos video llamadas con familiares, nos reímos. Me dijo, hija tranquila que yo aquí estaré bien. La llevé al comedor y antes de cruzar la puerta susurré, mami te quiero, acuérdate de que mañana jueves me quedo en Salamanca y vengo a verte el viernes. Vale hija, te quiero. Así, nunca más volví a verla con vida.

A finales de enero 2020 se detecta el primer caso covid en Italia, uno de los países europeos más afectados desde el inicio de la pandemia actual. Precisamente en la zona de Lombardía “zona cero covid 19”, vive una hija de Francisca. Quince días después de iniciarse la situación tan grave allí, España siguió el mismo camino.

Despedida de su nieta mayor desde Italia. Martina Berard

Hoy hay viento que sopla con fuerza. No siento la necesidad de protegerme, me parece que nos quiere quitar algo o hacernos conscientes. Él sopla y se mueve, no se detiene y no muestra signos de dejar de soplar y, si lo hace, ciertamente nos avisa. A veces se calma, como diciendo: te doy una pausa para reflexionar, para que puedas volver a notar mi presencia en la próxima respiración y tendré un toque e intensidad diferentes cada vez para que puedas recibirme en tus brazos en cada matiz. Me acaricias la piel y tocas mi rostro, dulce y delicado, despacito y con tranquilidad. Calma mi dolor, seca mis lágrimas un poco y deja que se sequen al sol como señal de tu paso. Me gusta pensar que eres tú quien es imparable tratando de contactarnos a todos, saludarnos, recordarnos que no nos has olvidado en ningún momento y que nunca lo harás, para recordarnos que sigamos respirando. Soplas fuerte y te unes a todos en un baile silencioso que puede prescindir de palabras innecesarias. Donde quiera que estemos, todos los que te han amado, hoy se dejarán arrullar por este bálsamo que brinda calidez. Me gusta pensar que el viento de hoy puede llevar tu risa muy lejos para que descanse ligeramente en nuestros corazones. Me gusta pensar que de ahora en adelante, cuando haya viento, puedo ser tomado por sorpresa y pensar en ti, tratar de tocarte, sentir en mis dedos tu piel de papel. Para ti, que nos has dado tanto, no permitiré que tu ausencia sea una fuente de dolor, pero seguiré sonriendo y sé que lo harás conmigo. Cuando haya viento estarás a mi lado en incluso los días más locos tendrán sentido si puedo pensar en ti por un minuto con las manos cruzadas sobre las rodillas, la mirada orgullosa y serena de alguien que lo ha dado todo y nunca exigió nada. Cuando te extrañe y el viento no sople, te buscaré en el movimiento más pequeño y remoto de la hoja y sonreiré cuando vea que cada rama se balancea. No se nada, solo sé que a partir de hoy el viento tendrá un significado completamente diferente y espero que cada día sople en mi vida y espero que me enseñes a ser como tú. El viento sopla las nubes y trae de vuelta lo sereno, el cielo de un nuevo azul cada vez y eres tú, ojos azules como el cielo, brillantes y acogedores como un día soleado. Dulzura después de las tormentas. Bailaré nuevamente contigo y con tu amigo que el domingo quería llevarte y cuyo nombre nunca conociste. Aunque no le prestemos atención mientras caminamos, el viento sigue soplando.

Gracias mamá por tu inmenso amor y alegría.

Rocío Marbán Pinilla.