No me gusta la soledad. Para un ratito, mientras escribo o leo, vale, pero nada más. “No es bueno que el hombre esté solo”, dijo el Señor, y creó a la mujer. Algunos autores famosos consideran que ‘la soledad enseña más que cualquier compañía’, me permito dudarlo, otros sostienen que ‘nunca están solos los que están acompañados de nobles pensamientos’, me parece muy bien, pero insuficiente, como insuficiente me parece la compañía consigo mismos. Es verdad que esos sacos de verdades que son los refranes aconsejan aquello de que ‘más vale solo que mal acompañado’.

Me parece terrible que la soledad esté creciendo en España. El pasado año se cerró con casi 100.000 personas más que en el año anterior viviendo solas en España. De esas personas casi la mitad tienen 65 años o más. Me explico, en solo un año, el porcentaje total de personas en soledad ha crecido dos puntos, en los mayores ese incremento se ha disparado a seis. Lo frío y objetivo son siempre los números que a veces nos dejan helados y sin capacidad de reacción. En España hay 4.889.900 personas viviendo solas, es decir el 10,4% de los hogares son unipersonales. Ha crecido el número de estos hogares con hombres y mujeres mayores, con mayor incidencia entre los hombres que entre las mujeres.

Los más solos y también los más vulnerables son casi siempre los mismos, los mayores. Lamentablemente, la soledad de los mayores es una epidemia creciente. No siempre la residencia es la solución. Porque no hay peor soledad que la que se vive en compañía. Lo razonable sería mantener a los mayores en sus hogares, sin que se produzca el desarraigo, con una atención adecuada. No obstante pienso que el calado es mucho mayor. Estoy convencida de que la clave no es la soledad objetiva, es decir, el hecho de vivir solo, sino el otro más terrible de sentirse solo. Lo que le decía antes.

Poco se dice de la infancia y de los jóvenes. Pues bien, la otra noticia del estudio del INE revela que la emancipación juvenil es una quimera. Más de la mitad de las personas entre los 25 y los 29 años vive con sus padres. Y eso es una realidad que desde 2013 ha crecido 6,5 puntos porcentuales. Y, aunque subiendo la edad la cosa mejora, la independencia generacional sigue siendo problemática porque una de cada cuatro personas entre los 30 y los 34 años vive en casa de sus padres.

No podemos tomarlo como el ideal para combatir la soledad de los mayores, pero es una forma como otra cualquiera.