Estimo que ninguna ideología tiene la propiedad sobre cualquier barrio de España, por emblemático que sea. Por eso no entiendo lo ocurrido el pasado miércoles en Vallecas. Llevo mucho tiempo escuchando echar pestes de Vox. Que si son la extrema derecha y por lo tanto los que arrean leña a asgaya, que si son neonazis, que si son una peste, que son la encarnación del fascismo, que son extremadamente violentos, que si patatín, que si patatán. Verbalmente han tenido actuaciones de lo más desafortunadas, pero no he visto rastro de violencia nunca en sus actos, en sus acciones. Todo lo contrario a lo sucedido en Vallecas donde, alentados por Podemos, grupos de personas la emprendieron a pedradas contra los representantes de la formación de Abascal y la propia Policía Nacional.

Treinta heridos, entre ellos un buen número de policías, no es una tontería. Eso habla de la gravedad y la extrema violencia empleada en el acto de presentación de campaña de esta formación. Todos los partidos políticos, a través de Twitter, han mostrado su repulsa ante la violencia. Todos, menos Podemos, que se cree dueño de Vallecas, por eso Iglesias se fue a vivir a Galapagar. Y si fuera solo eso, miembros destacados del partido del líder morado, no solo no han condenado los ataques, sino que han calentado y calientan la campaña.

Esta es la realidad al revés. Se supone que los de Vox son los violentos y los de Podemos los corderos. Sin embargo, precisamente la realidad nos demuestra cada día lo contrario. Podemos no debe justificar la violencia contra nadie. Se llame Vox o se llame Policía Nacional. Lo digo porque precisamente un agente tropezó, cayó y le molieron a patadas. No fueron los de Abascal. Las cámaras de televisión lo dejaron muy claro.

Si Pablo Iglesias quería abandonar el Gobierno para esto, para hacerse con la calle, para alentar a las hordas urbanas, para fomentar la radicalidad, para impedir sus derechos a los demás partidos políticos, francamente, se lo tiene que hacer mirar. Eso es inaceptable en democracia. En las repúblicas bananeras, en los regímenes totalitarios donde cuenta con tantos amigos, puede que sea lo habitual, en una democracia como España es inadmisible. Y eso tienen que verlo así los miembros del Gobierno de España y muy en particular el ministro del Interior. Tanta firmeza y contundencia para unos y tanta blandenguería para otros. Ni Montero, ni Belarra, ni Echenique, que se han empleado a fondo de palabra, pueden patrimonializar un barrio en el que precisamente no viven. No creo que Vox fuera a provocar a nadie. El recibimiento fue impropio en una sociedad divilizada.