Desde que el COVID se hizo señor de nuestras vidas y haciendas, cuando nos retiramos por la noche, anhelamos llegar al alba. Por fortuna, a los que ni siquiera nos ha rozado, vemos con alegría como de nuevo amanece. En el fondo tenemos la ilusión de que ya se han consumado todos los desatinos fruto del cerebro (O el órgano con el que piensen nuestros iluminados políticos.) Vana ilusión y antes del medio día ya tenemos noticia de las magnas paridas de los susodichos.

La penúltima ha sido la publicación en el BOE de la ley para todo Estado del uso obligatorio de la mascarilla en todo lugar, incluida la playa o el campo, aunque en varios kilómetros a la redonda, no haya presencia de ser humano…

Don Fernando Simón, se aclara la voz antes de comunicar que es evidente que debe imperar la lógica y el sentido común. La publicación tan estricta es fruto de un pequeño desliz: Se publicó sin una revisión previa.

Madre mía. ¿Quién hace las leyes en este pobre País? El gorrilla del aparcamiento, la coima del señor ministro. Eso sí debemos tener sentido común. Si desde el catorce de marzo de dos mil veinte la comparsa de nuestro amadísimos gobernantes lo hubiera tenido, nos hubiéramos ahorrado muchos sinsabores y muchísimos recursos que necesitamos ya de forma irremediable.

F. Mario Santos