Mi querida y amada madre María, a la que tantas veces hice sufrir, y que tanto dio la cara por mí, hablando con los profesores, y defendiéndome siempre, y animándome para que estudiara, era hermana de Nuestra Madre, llegó a ser de las más antiguas, pero a ella no le importaba estar en ninguna comitiva, lo único que le importaba era dirigir su hogar, y sacar adelante a los suyos. Ella fue la que me inculcó el amor y respeto a Nuestra Madre, que me quiso apuntar más de una vez a la cofradía, cuando empezaron a salir los hombres; pero en aquellos tiempos felices de música y de canto, no lo logró; Pero Nuestra Madre sí, y me vio acompañando de uniforme y procesionando un lejano Viernes Santo con el Regimiento Toledo tan añorado por los zamoranos.

Procesioné de prestado en la cofradía de Jesús Nazareno, que aprovechábamos para quedar con las amigas y que nos llevaran la tortilla a Valorio.Sin embargo, recuerdo con una gran devoción una Semana Santa que mi tío Bodas no pudo salir, y mi querida tía Carmen me preparó la vara con unas flores preciosas, hoy todavía , y pese a la nebulosa del tiempo se me encoge el alma al recordar aquél lejano Domingo de Resurrección.

Hoy, mi Semana Santa se limita a ver a Nuestra Madre, hacer el recorrido por las iglesias el Jueves Santo, y poco más. Empero, creo que soy mejor persona, he dejado de pensar en mí, para hacerlo con los que están a mi lado, ser positivo siempre, y sobre todo pedirle a Nuestra Madre, que el tiempo que me quede de estar aquí, me dé una fe verdadera, no esa que me dura horas. Os deseo a todas y todos los zamoranos, y a los pocos visitantes que tendremos por esta maldita pandemia, felices pascuas.

Juan María Muradas