Esta visión del mundo de ciertos partidos políticos que defienden que las mujeres están supeditadas a los hombres y que estos están vinculados a una casta superior, si todavía les queda alguna sensibilidad, yo les invito a que escuchen el último mensaje público que la senadora vitalicia italiana, Liliana Segre a Bellusco, pronunció en la localidad de Rondine. Este centro ha sido construido para honrar la memoria del su joven amigo francés asesinado en las cámaras de gas de Auschwitz donde estaban internados los dos, en adelante, el centro llevará el nombre de “Janine”, honor que le ha cedido y será utilizado como “Ciudad de la Paz”. Ante casi todo el Gobierno italiano encabezado por el Primer Ministro, Guiseppe Conte, la Presidenta del Senado, Elisabetta Casellati, el de la Cámara de Diputados, Roberto Fico y varios ministros, el día 9 de octubre último. Si no se conmueven es que todo sentimiento humanitario les ha abandonado.

La senadora Liliana pronunció un discurso reivindicando la dignidad de la mujer y por extensión la de todos los seres humanos. Es una bellísima oración que se puede poner a la altura del “Discurso Fúnebre de Pericles” (siglo V a de nuestra Era) y al de “Tengo un sueño” de Martin Luther King, JR. Pronunciado el 28 de agosto de 1963 “Proclamando la libertad”. A mí estas actitudes me hacen pensar en cómo puedo contribuir a hacer un mundo más justo.

En el vídeo que me envía un amigo comprometido con la lucha de las mujeres para reivindicar los “Derechos de igualdad” con los hombres, Liliana parece una vestal arrancada del pedestal de la galería de los Uffizi en Florencia. Su rostro da la impresión que ha sido moldeado con porcelana de Marieberg y de Rörstrand. Su voz es dulce y suave, que eleva con énfasis cuando hace referencia a hechos especialmente dolorosos vividos durante su cautiverio. Tiene una mirada triste y en sus ojos se refleja la esperanza como si hubiese regresado del infierno de Dante.

Fue muy difícil para mis parientes vivir con un animal herido como yo: una niña pequeña regresada del infierno, que decía ser mansa y resignada. Pronto aprendí a guardar mis recuerdos trágicos y mi profunda tristeza para mí. Nadie me entendía, era yo quien tenía que adaptarme a un mundo que quería olvidar los dolorosos sucesos que acababan de pasar, que querían comenzar de nuevo, ansiosos de diversión y despreocupación.

La senadora Liliana pronunció un discurso reivindicando la dignidad de la mujer y por extensión la de todos los seres humanos. Es una bellísima oración que se puede poner a la altura del “Discurso Fúnebre de Pericles” (siglo V a de nuestra Era)

Mientras escuchaba esto recordé un capítulo de la novela de Curzio Malaparte, Kaput, en el que narra la tragedia de los pasajeros de un tren de prisioneros en dirección a los campos de concentración nazis. En una parada en una estación en el centro de Europa, en esa Europa que en tiempos pasados fue la gloria de la humanidad, al abrir las puertas de los vagones los cadáveres caían unos encima de otros sobre las vías del ferrocarril asfixiados por el calor. Cuando arrancó el tren, los vecinos de la aldea, alinearon hasta 2.000 cadáveres en los andenes de la estación.

El título de senadora es un honor que la Constitución Italiana (a ver si tomamos nota aquí) concede al presidente de la República Italiana para nombrar, “senadora o senador de por vida” por méritos muy altos en el campo social. Liliana Segre, es la cuarta mujer en recibir tal honor, después de Camila Ravera, Rita Levi-Montalcini y Elena Cattaneo. Liliana fue nombrada por el presidente, Sergio Mattarela el 19 de enero de 2018.

La senadora Segre fue expulsada del colegio en Italia cuando tenía ocho años de edad, de acuerdo con la promulgación de las Leyes raciales italianas de 1938. En 1943 fue arrestada, junto a varios de sus familiares. Nació en Milán en el seno de una familia judía, Liliana Segre vivía con su padre Alberto y sus abuelos paternos Giuseppe Segre y Olga Loevvy. Su madre, Lucia Foligno, murió cuándo Liliana aún no había cumplido un año de edad. Su familia no eran practicantes de ninguna religión y la conciencia de que era judía solo le llegó tras el drama de la aplicación de las Leyes Raciales.

Tras el arresto y un intento fallido de fuga fue conducida al campo de concentración de Auschwitz donde fue tatuada con el número de serie 75.190. Sus recuerdos del campo son todos dolorosos, allí murió su padre al día siguiente de llegar al campo, había sido arrestado con ella. También vio como morían en el mismo campo sus abuelos, sus amigos y otros seres humanos como ella.

Cuando los rusos avanzaban por Polonia los nazis decidieron trasladar a los prisioneros de Auschwitz al campo de Wodzislaw, más alejado del frente ruso, en marchas que se conocen como “Las marchas de la muerte” con temperaturas de -20º C. en las que se calcula que murieron entre 9.000 y 15.000 seres humanos.

La senadora Liliana salvó su vida por pura casualidad, después de su regreso se doctoró en Filosofía por la Universidad de Trieste y en los años 1990 empezó a dar charlas en los colegios y conferencias por toda Italia sobre su experiencia en el campo de concentración. El día 9 de octubre a sus 90 años de edad, la senadora vitalicia italiana, Liliana Segre, ofreció su último testimonio a la humanidad del holocausto nazi, que acabó con la metáfora del título de esta columna.

Una farfalla gailla (se pronuncia farfalla yala) volando sobre unos espinos, que una compañera de cautiverio, cuyo nombre no recuerda, había dibujado.

Gracias a testimonios como los de esta mujer, hoy estamos en el tiempo de los avances científicos, las nuevas estructuras, la disminución de los conflictos y el descenso de la mortalidad infantil.