La felicidad de tu vida depende de la calidad de tus pensamientos

Marco Aurelio.

Leía recientemente, una frase que dice así: “La virtud es como un valle entre dos colinas, un punto medio entre dos extremos”.

Creo recordar que la frase “en el punto medio está la virtud”, “in medio consistit virtus” tienen su fundamento en la afirmación “la virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto.”

Sin querer entrar en mayores profundidades filosóficas, más propias de otros ámbitos y foros filosóficos, de que la virtud está en el punto medio, lo estamos aplicando a nuestro comportamiento, a las personas, pues, no debemos olvidar que el punto medio es el que aporta cordura, el no exceso, el no defecto, en definitiva, ese punto donde se encuentra el equilibrio, cosas, nada fácil, para lograr por la vía del equilibrio la felicidad.

Decía Thomas Merton que la felicidad no es cuestión de intensidad, sino de equilibrio y orden, ritmo y armonía.

Para obtener un cierto equilibrio en nuestra conducta diaria, en nuestro comportamiento, honestamente creo que hemos de romper con la rigidez que tenemos en nuestro interior, y dar pasos que nos acerquen a la verdad (La Verdad os hará libres), tanto en el ámbito religioso como político, para ello hemos de ser muy observadores y procurar las soluciones menos traumáticas.

La rigidez mental, y sin posibilidad de flexibilidad, es el principal enemigo de la improvisación y de la creatividad, ámbitos especiales para romper con la rutina y tratar de dar sentido, luz y color a nuestra vida.

En estas líneas, cuando me refiero a la rutina, me estoy dirigiendo a la rutina que puede producirse en las personas una vez se jubilan y tienen que buscar una nueva luz que ilumine su vida.

Una vez jubilados, generalmente, desconectamos de nuestra actividad anterior, bien entendido que, interrumpir o desconectar no significa romper de forma radical con el pasado; hemos de ser flexibles en nuestros planteamientos, ello tendrá como efecto inmediato que las personas de nuestro entorno nos vean como más abiertos, dinámicos y tratables.

Me he percatado, cuando me he jubilado que, anteriormente en el ejercicio profesional, tenía puesto una especie de piloto automático en el día a día y que la vida estaba prefijada por el trabajo y, luego te das cuenta que existen otras realidades, que son totalmente diferentes y comienzas a revisar puntos de vista, ideas, creencias y al final, te sientes “más ligero de equipaje”, que diría D. Antonio Machado; en definitiva, ganas en libertad de movimientos y te das cuenta que ahora, ya tu vida no está tan programada, tienes tiempo libre para dedicarlo a actividades más creativas y sin que te vengan impuestas, y, lo que es más importante, su ejecución esté sometida a un plazo o término predeterminado de antemano; sobre plazos y términos judiciales y los desvelos que producen, lo saben muy bien los abogados y procuradores en ejercicio. Recordarán perfectamente el principio procesal de que los plazos son fatales e inexorables, que nos repetía insistentemente, el profesor de derecho procesal en Salamanca, D. Alberto Montón Redondo.

La situación de jubilado te permite disponer de tiempo libre, organizarlo, disfrutar de aquello que verdaderamente te gusta, cultivar tus aficiones, lectura, escritura, cine, paseo, escuchar música, disfrutar de la amistad y de la compañía de los amigos, desgraciadamente con el paréntesis que la situación del COVID-19 nos ha impuesto, ¡Dios quiera, que se vaya cuanto antes!, porque verdaderamente está causando mucho daño físico y psicológico, limitando nuestra actividad, afectando a la flexibilidad, y en definitiva, a nuestra felicidad, pero seamos fuertes y no permitamos entre en nuestra vida el aburrimiento, la desolación.

¡Ánimo y adelante!

Pedro Becáres de Lera